domingo, diciembre 25, 2011

SI ELLA NOS MIRA XII







      EL OUSE II

      Hermana


      El corazón de hielo,
      el cisne, el dios refulge, la barroca armonía,
      la belleza sin soplo, sin ceniza, fisuras
      que se niegan, no son,
      patinadores sobre,


      de la misma sustancia que las alas del bosque
      o como voces blancas del Gloria en Re mayor
      589, edición Malipiero,


      tu corazón de hielo,
      bisel redondeado por donde mueres siempre,
      Virginia. Haces un nido, pausadamente vienes,
      tus pichones redondos, sostienes, te deslizas,
      el olvido,


      oh criatura inglesa que decidió burlarse
      del dolor,
      que no te mire nadie con montaraces dardos;
      ya es tarde
      para licuar las lágrimas
      o recobrar las lágrimas o regalar las lágrimas.

      Se retiró la sal,
      se abstuvo
      de oír que te quisieran, y tú eres tan hermosa
      sin duplicar fisuras, afectos o desórdenes,
      y tú eres tan hermosa,
      blanca,
      dura,
      lejana
      o tan lejana.

domingo, diciembre 18, 2011

SI ELLA NOS MIRA XI





      EL OUSE II

Vanessa finaliza el retrato


Resbalarías
con una delgadez que necesita
la gravedad de un pañuelo de roca,
de una falda de roca
añorando la infancia bajo el cieno.


Crece el río en el mes de marzo,
duda la dama de azules mejillas.
Es el año invernal que persistió
en la pereza del cisne del Ouse.


Es el pasado
mientras posas vestida con la ropa
de nuestra madre Duckworth,
y en el óvalo de tu rostro incluyo
premoniciones
de una mujer que llega al mar cantando
después de hacerse un barco con el agua.


Impregno el pincel de color salino
porque el año de tu viaje sea
la biografía de una de mis hijas
que se asemeja a ti.

Tú, mi contrincante, mi desviada
luz, mi lienzo que ama frutos infieles,
mi omega, garza
que se niega a comer.
Sólo se aquieta
hablando en un idioma isabelino.

Después no sabe hundirse cuando muere.

domingo, diciembre 11, 2011

SI ELLA NOS MIRA X


      EL OUSE I


      Virginia Woolf se sentó en mi sillón ese día

      Fuera de la casa, en los aserraderos de la hierba, las cigarras caídas se buscaban para amarse aunque toda la ciudad fuese un horno donde un dios vengativo cuece deseos de haber sido un hombre.

      Fuera de la casa brillaban los patios con abanicos detenidos entre las uvas verdes, radiantes de veneno.

      Algo sencillo y sombra era un silencio de siesta bajo el pie del mediodía; es un silencio el trigo de mi mesa, montoncitos de tiempo granulado que agrupo sin anillos con un dedo de tinta.

      Tengo una carta lista para el vuelo de la muerte, una palabra blanca aprovechando el instante de estar sentada, fina, ligera cuando el peso sofocante se abate hacia los cuerpos consentidos.

      Seguro que no duermo; en el silencio se ha vertido el matraz de una hechicera.

      No hay viento de sudor y no hay campanas, ni avisos que aconsejen desoír este silencio mágico poblando mi casa o mi cabeza con su ruido.

      Alguien con g inicia un paseo que lleva a las marismas, un trayecto del río que reúne la gravedad de piedras de suicidio en los bolsillos y habla con Ofelia porque marzo termina con las vidas cansadas; una figura de humo que se viste con flores de raíz, hija del limo mirando, pensativa, un lado oculto, robada del momento en que recibe, sentada en mi sillón, a sus fantasmas.

      Veo transparentarse su sombrero, su invisible perfil tomar la forma de una dama delgada que adivina su imposible visita en mi verano.

      Supe que no fue herida por el agua.

      Le dio la luz, la vi mirar distante decidiendo si caminaba a Rodmell a las cinco o si tomaba el té conmigo, ahora.

      Tocó mi corazón con su postura.

      Aceleró mi pulso, trajo el tiempo. Después se disolvió dejando un hilo de olor a mujer pez de una isla griega.

      Después sopló la tarde en mi cosecha de trigo.

      En los aserraderos de la hierba los niños sin restar desordenaban el silencio, la tinta, el bebedizo. El horno apaciguaba su cochura y un borde de abanicos sesgó el aire.



domingo, diciembre 04, 2011

SI ELLA NOS MIRA IX


      MARÍA SKLODOWSKA

      Tus ojos se iluminan con incienso pernicioso.

      Una blanda sustancia musical, un tintineo del genio destructor aún sumido en su lámpara que frotas. Pides los tres deseos vacilante. Yo te imagino rubio el pelo blanco.


      Llaman a la tristeza de la foto la perpleja postura de un atuendo enlutado.


      Pierre no ha exclamado feliz: tú eres mi dama, cuando la primavera parisina desmenuza el desorden en parques de verdín.


      Un mensaje: ¿es aquí donde vive quien descifra la arena del veneno? Una paloma llega. He ganado, está bien, dices, es tarde.


      Yo te imagino rubia con los muertos.


      Y ahora que tus huesos, como en el cuento de los hermanos Grimm, el de La Luna, fosforecen bajo tierra, se retarda la prisa, el tiempo te acompaña y la sangre seca bajo tus uñas adquiere un resplandor de violonchelo.


      Eras una nadadora en el humus y nadie supo hablarte del veneno.

domingo, noviembre 27, 2011

SI ELLA NOS MIRA VIII


      RECORDANDO A E. D.


      I shall not live in vain,
      me murmuró vestida con el blanco
      del momento de adiós, de algún papel
      extraviado que a nadie preocupa.


      Cómo me reconozco en su inclinarse
      hasta el silencio del último día
      de verano,
      cuando me dijo que estuvo escuchando
      el grito de los patos en el río
      y luego hubo un momento
      donde creer en el futuro fue
      terrible.


      Cómo me parezco a su doble vida
      de vela secreta para un amante
      que no volvió su cabeza ni dijo
      “aguárdame”
      y el jardín descuidado de los niños
      que ya me ven más vieja que sus madres.


      I shall not live in vain,
      me murmuró alcanzando la virtud
      de lo invisible.
      Ella ayudaba a un petirrojo al nido,
      yo acerco caracoles
      otra vez a sus hierbas.

domingo, noviembre 20, 2011

SI ELLA NOS MIRA VII




      JULIA JACKSON FOTOGRAFIADA POR MARGARET CAMERON


      La textura porosa de su tez. Quizá
      el tejido de la fotografía adquiere
      aspectos entre un momento aún de la infancia
      y ese rasgo inicial, una altivez salvaje,
      adolescente.


      Los ojos muy claros, la sombra recogiendo
      el misterio
      que recorre la cabellera y luego vuelve
      a los labios apretados, a la distancia
      inglesa del mundo e imperceptibles torturas
      victorianas.


      ¿Qué sabemos de ella sino la seriedad
      de su belleza?


      ¿Qué heredad suya conocemos sumergiéndose
      en el Ouse?


      Ahora está a punto de ser acariciada,
      estremecerse su barbilla, recogerse
      el pelo, porque una madrugada, despacio,
      alguien le deshaga la trenza y le prometa
      una virtud,
      un sometimiento.

      Ahora, todavía arrogante, responde
      a los augurios.


      Separémosla
      de la hija suicida ni siquiera pensada.
      Escuchemos
      su gesto, su instante, su primera hermosura.
      Invitemos
      a su piel
      en el tacto
      desde la fantasmagoría de una foto
      del diecinueve
      hasta nuestra mano, que quisiera decir
      cuánto, de todo el tiempo, se adueñará
      su hija.

domingo, noviembre 13, 2011

SI ELLA NOS MIRA VI




      LA MUJER LLAMADA PERFUME DE PRIMAVERA

      Hija de Ho Phi Dien, amasa pastelillos diminutos que bailan en almíbar.

      La sombra de los montes anamitas disemina su siembra sobre el azogue de los arrozales.

      Ella confraterniza con los astros danzantes en el agua, y pronuncia en voz baja dos sortijas posadas en el fondo de la masa de harina que tapiza el azúcar; se chupa los pulgares, se detiene un instante ensimismada delante de sí misma.

      Vemos cómo descorre las cortinas, cómo no mira atrás cuando sitúa ramos de flores blancas en las mesas, tinteros, los pinceles para caligrafías de borrachos que sujetan su pulso con más vino e improvisan epigramas obscenos.

      Ahora sólo escucha el chapoteo de una rana en su charco, quizá un ave que pesca y se sumerge detrás del estertor de un campesino que se ha dejado el tiempo en este cieno de ávidas raíces.

      Y escribe para nadie:
      “cansadas las rodillas, siguen igual de vivos los deseos”.

domingo, noviembre 06, 2011

SI ELLA NOS MIRA V





      LOS FANTASMAS DE ELISABETH VIGÉE-LEBRUN (III)


      Condesa du Barry


      Si ella nos mira
      somos rescatados de las aves
      caníbales,
      nos volvemos visibles, volvemos
      del temor por consentir que el aire
      rubio, superviviente del asco,
      parezca ligero, poco dado
      a la renuncia.


      Si ella nos mira
      aunque su reputación refiera
      equívocos y derroche piedras
      preciosas del presente, da igual,
      y digan: qué hermosa y pecadora,
      porque, claro, asusta
      cuando ridiculiza
      la decencia o esa sumisión
      a los orines.


      Si ella nos mira
      porque no sabe que va a morir
      y, cuando muere, viendo a la muerte
      afilada, chilla y chilla, -dime
      quién no gritaría viendo el labio
      de la muerte-


      Da igual que la entereza recuerde
      nuestro nombre.


      Si ella nos mira
      nos volvemos visibles, volvemos
      a la carne que nos contenía,
      al cuerpo que nos iluminaba
      mientras amábamos.


      Si ella nos mira,
      indudables
      y claros,
      libertinos.


domingo, octubre 30, 2011

SI ELLA NOS MIRA IV





      LOS FANTASMAS DE ELISABETH VIGÉE-LEBRUN (II)

      Un dibujo

      El niño sombra,
      Luis Diecisiete,
      se desvanece
      en cualquier pérdida
      de cualquier niño
      que ha resbalado
      de la ternura
      hasta volverse
      delfín del humo.
      El niño sombra,
      pulpa cualquiera
      en los países
      de la sequía.
      No hay ni gusanos.
      Un pez de leche
      ido de abrazos,
      niño cualquiera
      con otro nombre.
      Sólo su madre
      lo busca ahora.

domingo, octubre 23, 2011

SI ELLA NOS MIRA III



      LOS FANTASMAS DE ELISABETH VIGÉE-LEBRUN (I)


      Diferentes autorretratos



      Estamos muy cansadas del miedo.

      No es como el rizo que se desliza del lazo de vivir o del ala del sombrero de paja.


      No es el gesto discreto, una leve sonrisa inteligente que oculta el espanto, la certeza de algo temible que en nada se asemeja a la pasión.


      Estamos cansadas, bellas, libres, cansadas de elegir las huidas, de mirar los rostros que ya han muerto, próximos a cubrir de sangre las arrugas del cuello, las sencillas formas del amor.

      Sabemos
      que la muerte pudiera quedarse a vivir en la ciudad, en cierta calle vieja, donde breves muertes -o los pasos que dejan atrás la infancia acaecieron.

      Sabemos
      cuánto apetito tiene la muerte, cómo huele claudicar, tumbarse al lado de una hija enferma,
      verse
      muerta,
      tú, muerta,

      yo muerta
      en sus ojos.

      Sabemos cansarnos hasta ser la médula del cansancio, pero todo menos el miedo, menos el tizne del miedo, el habitante del miedo, su palabra cansada, su miedo.


sábado, octubre 15, 2011

SI ELLA NOS MIRA II

      TRES MINIATURAS DE GIOVANNA GARZONI




      I Flor, mariposa e insecto


      Qué pequeña tu casa.

      Otras mujeres se interesan
      por el nombre de su marido
      y de sus hijas;
      les dejan
      un legado de incuestionables
      costumbres
      como una existencia o jardín
      donde los dioses predilectos
      cocinan.

      No hables de tu leve farfalla
      ni del polvo en los escalones,
      ni de las intrusas que rayan
      tu espejo, amarillea.

      Qué interesa
      de un pétalo y otro que caen,
      del insecto
      atraído por el aroma
      de algo que muere
      aunque tú sigas viva
      y escondida.








      II Flores en un jarrón sobre base de mármol
      con dos caracolas y mariposas

      No, no es el mar ni la palabra
      del mar
      que murmura sobre la muerte.
      Esa muerte te arrulla
      desde el frío.

      Fragancia del jardín que asusta.

      Mira:

      cada flor abierta domina,
      cita
      con su fingida lentitud
      pero guarece
      una simiente del olvido.

      Muerta cada flor aunque amada.

      Y el rumor de la muerte
      mece al frío.






      III Flores en un jarrón de vidrio

      ¿Qué motivo ornamentan
      si en la sala la luz
      truca su reflejo y posee
      el aliento del habitante
      fantasmal?

      Escuchas los susurros
      que un palpitar otorga
      al ajetreo de la calle;
      tránsitos efímeros
      hirviendo de intenciones
      y señuelos.

      En el cristal descansa
      el envés de existir,
      pulida piedra,
      materia que la luz apaga.

      Y atrapas una mota
      de polvo
      con tu nombre.

      Mientras tanto ornamentan
      la habitación vacía.

domingo, octubre 09, 2011

SI ELLA NOS MIRA I


Nuevo diseño del blog para un nuevo libro: Si ella nos mira, que será presentado a finales de este mes.

Y comienzo por el principio:





      HILDEGARDA DE B.


      ¿Queda algún vegetal sobre la escarcha

      del que puedas medir botánicas celestes?


      Se confabula un ángel con el frío

      y rueda hasta el acebo,

      y salta a tu ventana, se licúa en la piedra,

      y vuelve a endurecerse y persigue a las niñas.


      Frotas sus nudillos amoratados,

      las traes al regazo,

      les murmuras que son las damiselas

      de la ciudad con altos edificios

      y una avenida bienaventurada.


      Un ángel masculino no ha entendido

      la dulce confidencia,

      -el dorso de tu mano que sostiene

      turgente pecho, luego una cintura

      estremeciéndose y

      maltrata a las niñas.


      Debes flotar

      para esas novias excitadas que oyen

      la sombra del esposo con su sexo invisible

      como pabilo hiriendo cuando goza.

      Flotar, subir del hielo.


      De rosas extrañísimas despojas

      a tal ángel ceñudo.


      Llamas a las muchachas, la campana congrega,

      les muestras una danza,

      las despiertas

      de sí.

domingo, septiembre 11, 2011

y XVII Signos sobre la tierra





      Signos amarillos


      Aún no sabes cómo me llamo?


      En los fríos bajorrelieves

      de los epitafios se ensancha

      mi nombre, sube desde el río

      donde estuve nadando klee

      con mi padre, y he repetido

      la canción del vilano cuando

      en septiembre pedíamos

      higos melares a Eme A.


      ¿Aún no sabes cómo me llamo

      si vuelvo la cabeza incluso

      al nombrarte?


      ¿No sabes

      cómo me llamo si las runas

      de mi hechicería se acercan

      a palabras cundiendo en ti

      y en la ciudad?


      Mira,

      con las rótulas de mi nombre

      hago del tiempo y de su diente

      un juego.

sábado, septiembre 03, 2011

XVI Signos sobre la tierra





      Flores del acantilado


      De la policromía al vértigo,

      de la tibieza al desabrigo,

      de la voluntad al naufragio.


      Mientras tanto,

      entre el punto de la ceguera

      de los niños y una dolida

      ceguera de las despedidas,


      entre

      la benevolencia

      de la arena

      y el miedo

      a la caída,


      esta mañana acapara

      todos los ángeles

      de septiembre.


      Cada movimiento genera

      un tacto semejante a besos,

      y cada cosa está esperando

      a ser rescatada

      de su inclinación al olvido.


      Entre un bálsamo que se extiende

      hasta el agua y las flores impo-

      sibles del único traslado


      esta mañana es vuestra.


      Tomaremos un té,

      demoraremos la partida.

lunes, agosto 15, 2011

Signos sobre la tierra XV





      Fuego en la tarde


      Al mar llamado Klee, tan cerca

      de los muros de la ciudad,

      o la tarde, que tú la llamas

      lago.

      Entrecerramos los ojos

      convirtiendo la espuma en giro

      de la perfección.

      Al instante,

      al espacio leve mediando

      entre la alegre certidumbre

      de abrazar, al instante justo

      de no todo melancolía,

      algo en el fuego comprensivo,

      cierta idolatría de nuestra

      parte.


      Al agua llamada Klee,

      prendida antes del sufrimiento,

      enjoyada sin arrogancia.


      Cuando nos saludamos, cuando

      dijiste

      que me visitarías

      en el agua.


domingo, agosto 07, 2011

XIV Signos sobre la tierra



      Sobre la tierra


      El viento me da en la cara

      y los fragmentos de un planeta

      parecen disgregarse,


      pero no,

      está el humus amalgamando,

      está el recorrido del viento

      que, si arrastra consigo sueños,

      recobra marcas de haber sido

      niña, lo soy, nunca dejé

      de serlo,

      están vuestros nombres, avanzan

      sobre las grietas de la muerte,

      me asustáis a veces,

      avanzan,


      pero no,

      bajo la tierra ya no duele

      una deserción,

      no os marchéis todavía.


      Hay razones verdes,

      sobre todo

      ésas que me gustan surgiendo

      de los retoños de los árboles,

      apenas vistas por el viento,

      imparables,

      sentidas.

viernes, julio 29, 2011

Signos sobre la tierra XIII




      Dibujo de peces

      Cuando él me daba vueltas

      en el agua abría los ojos

      y a carcajadas me tragaba

      signos de las montañas, agua,

      besos de los bañistas, agua,

      Madinat Al-Muluk,

      agua

      y agosto.


      Por eso todavía crecen

      dentro grafías del agrado.

      Todavía no han muerto seres

      muy rápidos, cuerpos de ansiosa

      alegría.


      Que no esté triste,

      por favor, escamas, tocadlo,

      que no esté triste

      o callado.

domingo, julio 17, 2011

XII Signos sobre la tierra


      Ad parnassum


      Tendré doscientos años, ellos

      serán de piedra.


      Tendré doscientos años para

      amarlos.


      Él sonreirá

      con una palabra burlona

      y ella distinguirá en los gallos

      al pez que baila.


      Su policroma piedra dando

      casa

      brillo

      ausencia

      de

      memoria.


      Sólo sangre paternal, sangre

      para el alcaén. Algún dios

      la bebe.


domingo, julio 10, 2011

Signos sobre la tierra XI



      Recuerdos de jardines


      El trazo oscuro, un presagio

      del temporal,


      pero, ¿acaso no están nerviosas

      las yemas del almez?

      ¿Y acaso en los guindos dormita

      el lejano dulzor

      rosado?


      Un augurio de enfermedad,

      un paso gris. Pero no vuelvo

      la mirada ni al manantial

      ni a los frutales concluidos.

      Estar presente no me trae

      peores

      correspondencias.


      Sólo que no se debilite

      el aliento del día de hoy,

      el que me vive,

      que no venga un gusano hambriento

      a malograr esta mañana

      suntuosa.

sábado, junio 18, 2011

X Signos sobre la tierra


      Jardines del Sur


      No repito el recuerdo.

      El árbol

      del paraíso es un perfume

      mantenido en la lentitud

      del pesimismo:


      es un perfume que proviene

      del cuidado,

      de la delicadeza,

      del color más próximo al eje

      de la placidez.


      Paseamos entre el esmero

      de los arriates.

      Son los días

      donde me digo: éste es el día

      favorable para vivir;

      donde me digo: la hermosura

      de cada flor gira al momento

      de quedarme cerca, subiendo

      por el pasaje de Al-Yahud

      hasta vosotros.


      El almendro florece, baja

      desde algún dios la perfección

      y algo celeste, en el jardín,

      algo, un aroma

      situando un espacio, hallando

      un centro.



sábado, junio 04, 2011

IX Signos sobre la tierra


Continúo con esta serie:


      Globo rojo

Me impulsan, alzo

mis manos, descubro mi pecho,

me doy a las columnas de aire

ascendiendo, me impulsan, Ene

se llama Klee, se llama Klee

Eme A cuando ha conseguido

separarse de sus rodillas,

se llama Klee el hilo, la falta

de gravedad, la maravilla

que sólo yo conozco.


Mantengo un equilibrio, invento

conjuros,

cada poema lo es,

cada palabra está elevando

oro de espumas contra piedras,

margaritas carnales contra

el tiempo,


conjuros

para el alba de la ciudad,

para el joven volviendo sano

de un contagio,


conjuros

en el espanto de su madre,

en la ciudad y su aspereza.


Otra vez alta

para Eme A, para Ene, para

tu rojo y Klee:

sólo es mi gozo.

domingo, mayo 22, 2011

El nuevo libro de Ricardo Martín

Hago una parada en la publicación de los poemas de Signos sobre la tierra para presentar el nuevo libro del fotógrafo Ricardo Martín. Tengo la suerte de contar con su amistaD y he tenido el honor de participar, con un texto mío, en este libro formidable. Su título es:
DIÁLOGOS DE AGUA Y PIEDRA.VENEZIA Y TOLEDO.

Y ha sido publicado por la editorial Cuarto Centenario

He conseguido compartir algunas fotos suyas pertenecientes a esta obra:
























Y este es mi texto:


IL PIACERE

Allegro

“Dejaré de imaginar escenografías, de simular el cielo en los cartones” piensa Giovanni Antonio Canal en 1730 mientras camina por las calles una mañana de verano, cruza los puentes, observa a los gatos y levanta la mirada al cielo para contar las bandadas de palomas y cómo la luz se recorta nítida de sombra en una cúpula.
“¿Qué música recorren las nubes en este pentagrama alto que yo pueda hurtar? ¿Qué violines se esconden en la memoria de las nubes para caer al agua y balancearse en su propia complacencia que yo supiera transformar en perspectiva?”

En su camino llega sin prisa a la fachada del Ospedale della Pietà y escucha el allegro del Concierto para violín en Do mayor nº 6, su preferido, que las figlie di coro ensayan en el patio de la institución. “ ¿Qué propiedad tiene la música para volverse azul que yo alcanzara a mezclar en la paleta escasa?” Y recuerda su viaje, casi un niño era, a otra ciudad y su observación de los verdes del cielo en aquel promontorio urbano castellano y recuerda escuchar otra música dentro y ver a los vencejos, enloquecidos por el calor, buscar fantasmas de agua y a los fantasmas cruzar las esquinas y a un griego fabular, mucho después de muerto, los amarillos del cielo, sus verdes de aceituna morada, sus rojos de ciudad amurallada que sólo tiene la escapada hacia arriba.

Largo

“Dejo de pintar simulaciones y caprichos”, se dice Giovanni Antonio Canal, Canaletto para su paseo por el mediodía de Venecia.

En estas horas, hay una melancolía preciosa que sube y baja del cielo al agua, “una elegancia tan difícil de pincelar”, piensa. Los dedos finos de las nubes trazan signos en el papel celeste que Canaletto lamenta haber olvidado comprender. Son una apariencia de azar pero el exceso de la belleza se afina como hilos de vapor. “Así es el mediodía”, afirma.

Detiene su camino por descansar en la sombra y deja la cámara oscura a un lado. Cierra los ojos para memorizar la melodía del segundo movimiento del concierto de las niñas. Es la lentitud de la luz intentando llegar a la suave umbría de los arcos en un soportal, es la disputa exquisita entre la armonía de la sombra y la invención incesante de la luz en las fachadas. “Es el cimento de mi querido prete rosso”, vuelve a responderse a sí mismo. Y ahora recuerda tanta diferencia con el mediodía en esa otra ciudad donde la sequedad iba convirtiendo los volúmenes en espejismos y tal vez se salvara algún lugar protegido en un rincón de sus jardines. Murmura versos que allí leyó: hierba/ agradeciendo llover, verdeciendo,/ acaparando azul y olor. Y es la mirada de aquel otro pintor que pasó por Venecia. Y es la extremada quietud de aquellas siestas castellanas, y compara el pecho desnudo de los barqueros que charlan en el Canal con la otra piel allí, mojada de sudor del deseo ocultísimo, mojando las sábanas y la parte interna de los muslos. Un azul que se ciega en añil en la penumbra de los zaguanes.”Ese deseo, esa complicación dramática del cielo inabarcable por querer entrar en las alcobas me dejaba sin aliento”, reflexiona.

Allegro

Pintar el deleite de un cielo bergamota sutil sobre la torres de las islas. “Esto quiero”, se reafirma a sí mismo el caminante de las vedute. “Sí, el placer de las mejillas de las cortesanas cuando atardece bajo el agua y sobre el agua, fluir en un escarlata diluido y optimista”. La perfección del delicado movimiento alegre en las cuerdas de las niñas. “Vivaldi no habrá dicho misa, claro”, piensa Canaletto, sonriéndose, “pero esa música profana conoce a un dios”.

Nada es triste, se diría que las ratas buceadoras de los puentes han bebido de un hechizo y mueren. Nada es triste o profundo. Una envoltura de gozo en el cielo, un antifaz invisible para que la decadencia se recupere en su mármol quebradizo. “ Qué rosa es todo”, exclama, “qué azul de rosa a rojo veneciano… hasta las vetas del declive son rosadas…”

Y Canaletto se ha traído de aquella otra ciudad el único momento en el que deja de ser la escenografía de los fantasmas y se convierte en lo dorado. “Bajaba desde la altura de unos pueblos cercanos para tomar la entrada del Puente de San Martín y allí la vi, preciosa en su único oro rojizo tan lejos de la sangre. El cielo se teñía de esa tintura que el griego siempre intentó y cualquier temor se desvanecía. La ciudad volvía a estar habitada y un vino fresco y blanco humedecía los labios de sus mujeres”, parece decirnos el caminante. “ La amé mucho más que al lujo de los brocados de las faldas de seda de las damas de Venecia”.

Y se trajo ese placer que el sofoco del sol permite en la ciudad cuando va cayendo y en los estratos del cielo se superponen el perdón, el verde, la dulzura, el lila y el placer otra vez. Siempre, siempre el placer, música de fuego medida en pentagrama. Venus comienza a arder en la línea del horizonte.

“El único momento donde Il cimento dell'armonia e dell'invenzione consigue ser como niñas concertistas sin peso. Vivaldi debió adivinarlo cuando también visitó Toledo”, se dice Giovanni Antonio, “alguien vendrá e irá con su cámara oscura otra vez”.

domingo, mayo 15, 2011

VIII Signos sobre la tierra



      Polifonía


      Llega la niebla granulada

      porque irá más despacio el filo

      del frío. Quedaos en cama,

      decidme, qué urgencia tenéis

          (mis dos

          carillas de papel

          de seda)


      En la ventana, con el peso

      del miedo en uno de mis huesos,

      en la ventana, presintiendo

      el regreso, otra vez el cántico,

      el modo que abarca la niebla

      por repetirme las texturas

          apasionadas,

          armoniosas,

          hechas de primavera.


      Mañana o pasado mañana

      los niños estarán inquietos

      y os contaré para reíros

      que se han pintado de limón,

          naranja,

          verdekiwi

          y leche

          sus rostros.


      Y os contaré para reíros

      que me preguntan por vosotros:

      se extrañan

      de su maestra y de sus padres

      semejantes a seda.

domingo, mayo 08, 2011

Signos sobre la tierra VII


      Ínsula dulcamara


      Con el fondo verdosoazul

      de las algas cerca, acogiendo

      cuerpos pequeños de caídas

      y renuncias...


      Hay vegetales breves, nidos

      donde entibiar últimas formas

      de la ternura, vegetales

      menudos, casi alas de mirlos,

      rizomas y su morada

      gota

      de acritud.


      Hay una certidumbre silue-

      teada que aún no lacera

      pero está hundiéndose en la carne,

      hoja de helecho comestible,

      dulce don transitorio, dulce

      repuesta.



    Ven

    a

    la isla,

    sostenme el tiempo, ellos se marchan

    y no quiero, no, yo no quiero.



domingo, mayo 01, 2011

Signos sobre la tierra VI



      Altimetría


      Desde niña alisé mis alas,

      me preparé en vuestro refugio

      y, con el aire de agosto entre

      los perales y las colmenas,

      me besaron,

      tuve mi territorio,

      me besaron, cacé.


      Ahora, en otro recorrido,

      cada cosa latiendo, estando

      pausada en su silencio,

      estando a punto de fisuras

      de la helada,

      todavía latiendo,


      ahora,

      separando en la extenuación

      gestos de la melancolía,

      distinguiendo intervalos nítidos

      del declive,


      ahí, en la altura, vuestra casa,

      sobre los baños árabes,

      en la misma altitud

      que las cigüeñas de San Juan.

domingo, abril 24, 2011

V Signos sobre la tierra




      Frutas en rojo

      Con las ramas, viento en las ramas,
      jugando con las ramas. Vuelvo
      a desear vuestros relatos
      sobre las crecidas del río:
      traen peines de las mujeres
      de la nieve, ranas extrañas
      amando en otra lengua.

      Muevo las ramas, viento, vístete
      de lluvia
      de torrente,
      de hijas sobreviviendo al cáncer,
      oh, amiga mía, estorbo al tiempo
      para ti y te regalo frutas
      del color de las manos
      de Lascaux.

      Viento rojo, concede cuentos
      del agua, rompe agujas, dame
      besos mojados y rodea
      la casa de mi padre
      y mi madre.

      Juego
      con fresas hasta junio,
      hasta que no haya ni una lágrima,
      ni una cojera, ni el ahogo.

      Viento festejador de lluvia,
      amante mío,
      quédate.

sábado, abril 16, 2011

Signos sobre la tierra IV



      Si reúno en estas palabras

      las materias contra el tiempo, días

      no de evocaciones,


      una expresión

      benigna favorece verbos

      como sorprender en la edad

      de las iguanas, en la alcoba

      de las viejas historias nuestras.


      Verbos como os esperaré

      cuando el llanto vaya volviéndose

      pájaros de las playas, pájaros

      conscientes.


      Palabras en vosotros, vuelo

      palabras:


      oponen resistencia al miedo,

      os pertenecen,

      os invitan.

domingo, abril 03, 2011

Signos sobre la tierra III


      Leyenda del Nilo


      Leo los signos.


      Soy la niña

      en la orilla, mi madre peina

      su pelo escaso, le pregunto

      en qué piensa, pero lo sé;

      mi padre disfruta domando

      cocodrilos

      o

      embargos,


      leo los signos


      vienen los remeros del norte

      gritando que me aman, mintiendo.

      Yo quisiera volverme un ibis

      creador.


      Leo los signos.


      Una turbulencia en los peces

      no es otra cosa que mi mano.

      Se reúnen, se abrazan, van

      detrás de sus muertos.


      Leo los signos.


      Mi madre sumerge sus pies

      en el agua. Mi padre canta,

      siempre ha cantado...


      por qué cambian los signos.

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