domingo, mayo 22, 2011

El nuevo libro de Ricardo Martín

Hago una parada en la publicación de los poemas de Signos sobre la tierra para presentar el nuevo libro del fotógrafo Ricardo Martín. Tengo la suerte de contar con su amistaD y he tenido el honor de participar, con un texto mío, en este libro formidable. Su título es:
DIÁLOGOS DE AGUA Y PIEDRA.VENEZIA Y TOLEDO.

Y ha sido publicado por la editorial Cuarto Centenario

He conseguido compartir algunas fotos suyas pertenecientes a esta obra:
























Y este es mi texto:


IL PIACERE

Allegro

“Dejaré de imaginar escenografías, de simular el cielo en los cartones” piensa Giovanni Antonio Canal en 1730 mientras camina por las calles una mañana de verano, cruza los puentes, observa a los gatos y levanta la mirada al cielo para contar las bandadas de palomas y cómo la luz se recorta nítida de sombra en una cúpula.
“¿Qué música recorren las nubes en este pentagrama alto que yo pueda hurtar? ¿Qué violines se esconden en la memoria de las nubes para caer al agua y balancearse en su propia complacencia que yo supiera transformar en perspectiva?”

En su camino llega sin prisa a la fachada del Ospedale della Pietà y escucha el allegro del Concierto para violín en Do mayor nº 6, su preferido, que las figlie di coro ensayan en el patio de la institución. “ ¿Qué propiedad tiene la música para volverse azul que yo alcanzara a mezclar en la paleta escasa?” Y recuerda su viaje, casi un niño era, a otra ciudad y su observación de los verdes del cielo en aquel promontorio urbano castellano y recuerda escuchar otra música dentro y ver a los vencejos, enloquecidos por el calor, buscar fantasmas de agua y a los fantasmas cruzar las esquinas y a un griego fabular, mucho después de muerto, los amarillos del cielo, sus verdes de aceituna morada, sus rojos de ciudad amurallada que sólo tiene la escapada hacia arriba.

Largo

“Dejo de pintar simulaciones y caprichos”, se dice Giovanni Antonio Canal, Canaletto para su paseo por el mediodía de Venecia.

En estas horas, hay una melancolía preciosa que sube y baja del cielo al agua, “una elegancia tan difícil de pincelar”, piensa. Los dedos finos de las nubes trazan signos en el papel celeste que Canaletto lamenta haber olvidado comprender. Son una apariencia de azar pero el exceso de la belleza se afina como hilos de vapor. “Así es el mediodía”, afirma.

Detiene su camino por descansar en la sombra y deja la cámara oscura a un lado. Cierra los ojos para memorizar la melodía del segundo movimiento del concierto de las niñas. Es la lentitud de la luz intentando llegar a la suave umbría de los arcos en un soportal, es la disputa exquisita entre la armonía de la sombra y la invención incesante de la luz en las fachadas. “Es el cimento de mi querido prete rosso”, vuelve a responderse a sí mismo. Y ahora recuerda tanta diferencia con el mediodía en esa otra ciudad donde la sequedad iba convirtiendo los volúmenes en espejismos y tal vez se salvara algún lugar protegido en un rincón de sus jardines. Murmura versos que allí leyó: hierba/ agradeciendo llover, verdeciendo,/ acaparando azul y olor. Y es la mirada de aquel otro pintor que pasó por Venecia. Y es la extremada quietud de aquellas siestas castellanas, y compara el pecho desnudo de los barqueros que charlan en el Canal con la otra piel allí, mojada de sudor del deseo ocultísimo, mojando las sábanas y la parte interna de los muslos. Un azul que se ciega en añil en la penumbra de los zaguanes.”Ese deseo, esa complicación dramática del cielo inabarcable por querer entrar en las alcobas me dejaba sin aliento”, reflexiona.

Allegro

Pintar el deleite de un cielo bergamota sutil sobre la torres de las islas. “Esto quiero”, se reafirma a sí mismo el caminante de las vedute. “Sí, el placer de las mejillas de las cortesanas cuando atardece bajo el agua y sobre el agua, fluir en un escarlata diluido y optimista”. La perfección del delicado movimiento alegre en las cuerdas de las niñas. “Vivaldi no habrá dicho misa, claro”, piensa Canaletto, sonriéndose, “pero esa música profana conoce a un dios”.

Nada es triste, se diría que las ratas buceadoras de los puentes han bebido de un hechizo y mueren. Nada es triste o profundo. Una envoltura de gozo en el cielo, un antifaz invisible para que la decadencia se recupere en su mármol quebradizo. “ Qué rosa es todo”, exclama, “qué azul de rosa a rojo veneciano… hasta las vetas del declive son rosadas…”

Y Canaletto se ha traído de aquella otra ciudad el único momento en el que deja de ser la escenografía de los fantasmas y se convierte en lo dorado. “Bajaba desde la altura de unos pueblos cercanos para tomar la entrada del Puente de San Martín y allí la vi, preciosa en su único oro rojizo tan lejos de la sangre. El cielo se teñía de esa tintura que el griego siempre intentó y cualquier temor se desvanecía. La ciudad volvía a estar habitada y un vino fresco y blanco humedecía los labios de sus mujeres”, parece decirnos el caminante. “ La amé mucho más que al lujo de los brocados de las faldas de seda de las damas de Venecia”.

Y se trajo ese placer que el sofoco del sol permite en la ciudad cuando va cayendo y en los estratos del cielo se superponen el perdón, el verde, la dulzura, el lila y el placer otra vez. Siempre, siempre el placer, música de fuego medida en pentagrama. Venus comienza a arder en la línea del horizonte.

“El único momento donde Il cimento dell'armonia e dell'invenzione consigue ser como niñas concertistas sin peso. Vivaldi debió adivinarlo cuando también visitó Toledo”, se dice Giovanni Antonio, “alguien vendrá e irá con su cámara oscura otra vez”.

domingo, mayo 15, 2011

VIII Signos sobre la tierra



      Polifonía


      Llega la niebla granulada

      porque irá más despacio el filo

      del frío. Quedaos en cama,

      decidme, qué urgencia tenéis

          (mis dos

          carillas de papel

          de seda)


      En la ventana, con el peso

      del miedo en uno de mis huesos,

      en la ventana, presintiendo

      el regreso, otra vez el cántico,

      el modo que abarca la niebla

      por repetirme las texturas

          apasionadas,

          armoniosas,

          hechas de primavera.


      Mañana o pasado mañana

      los niños estarán inquietos

      y os contaré para reíros

      que se han pintado de limón,

          naranja,

          verdekiwi

          y leche

          sus rostros.


      Y os contaré para reíros

      que me preguntan por vosotros:

      se extrañan

      de su maestra y de sus padres

      semejantes a seda.

domingo, mayo 08, 2011

Signos sobre la tierra VII


      Ínsula dulcamara


      Con el fondo verdosoazul

      de las algas cerca, acogiendo

      cuerpos pequeños de caídas

      y renuncias...


      Hay vegetales breves, nidos

      donde entibiar últimas formas

      de la ternura, vegetales

      menudos, casi alas de mirlos,

      rizomas y su morada

      gota

      de acritud.


      Hay una certidumbre silue-

      teada que aún no lacera

      pero está hundiéndose en la carne,

      hoja de helecho comestible,

      dulce don transitorio, dulce

      repuesta.



    Ven

    a

    la isla,

    sostenme el tiempo, ellos se marchan

    y no quiero, no, yo no quiero.



domingo, mayo 01, 2011

Signos sobre la tierra VI



      Altimetría


      Desde niña alisé mis alas,

      me preparé en vuestro refugio

      y, con el aire de agosto entre

      los perales y las colmenas,

      me besaron,

      tuve mi territorio,

      me besaron, cacé.


      Ahora, en otro recorrido,

      cada cosa latiendo, estando

      pausada en su silencio,

      estando a punto de fisuras

      de la helada,

      todavía latiendo,


      ahora,

      separando en la extenuación

      gestos de la melancolía,

      distinguiendo intervalos nítidos

      del declive,


      ahí, en la altura, vuestra casa,

      sobre los baños árabes,

      en la misma altitud

      que las cigüeñas de San Juan.

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