martes, junio 28, 2005

Mi Vivaldi, otra vez


CONCIERTO PARA OBOE, CUERDAS Y BAJO CONTINUO EN RE MENOR. Op. 9. Rv 454


Allegro

Parezco desarmada, inofensiva, bandera verde y las gaviotas, y el satélite diosa calmando su reflejo en el agua.
Mañana perdonada por los asesinos, mañana que inventa calideces, la muchacha azul reciente, el atleta madrugador que avanza descalzo, se tiene, se enamora de la brisa.
Todavía no juegan tumbonas con cuerpos a tenderse vencidos, aún las sombrillas son modestia y el algodón de las toallas impacienta un color en corredores ventilados.
Yo, que era de tierra adentro, que era solano de resecos lagartos, paisaje de perdiz, cereal rogando el tambor al aguacero; yo, algunos árboles maldecidos, fortaleza en ruinas, población marchada,
subo de ti despacio medusas, subo salivillas a la arena: una caricia que se dispone para explorar las pieles, la sal sobre los hombros, en las pestañas de las niñas.


Largo

Me repliego, me llevo porciones del soñador, del que se ha dejado lamer y recuerda parentescos con medusas antiguas y seres que culebrearon muy curiosos orillas;
me repliego a tu pulmón profundo y me llamo delicada actinia moradora de argonautas que duermen las rutas del vino, de esposas hechiceras, mediterráneas criaturas, calladas cajas de resonancia en ti:
allí nos llegan príncipes del odio convertidos en algas vibrantes, venganzas con forma de monedas, poetisas vestidas de lágrima...
en nuestro abrazo, la biblioteca de Alejandría meciéndose, conservando sabias escrituras de un ansia insaciable.


Allegro

Penetrándome desencarcelas pajaros de galerna, elefantes atormentados contra los vientos de un velero pretencioso.
Escucho a cada una de mis células decirte que sí, que es el momento de ser un castillo ni siquiera soñado por castos guerreros, de ser peligrosa, revelarme, gritar.
Avanzo vertical, adelanto a la tormenta y bailo la danza que conocen las brujas de los acantilados, bailo la música de una luna buscando a su amante entre multitudes que multiplican sacrificios,
y ya es imposible, ya no puedo volver atrás, ser virgen, ser dulce, ser una bordadora adiestrada en el arte de olvidarte y desoír cómo te marchas.

domingo, junio 26, 2005

¿En familia?





Los secretos que nunca contaremos se sientan
a comer pastelillos que madre ha cocinado
esta mañana.

Después nos comeremos sus cabezas adúlteras,
sus pies de tedio dulce. Hay una intimidad
casi caníbal.

jueves, junio 23, 2005

Gesto




La risa,
porque hemos descubierto un pensamiento,
un animal que tiende a liberarse
y anida en las mejillas y desnuda.
La risa,
porque son escasas las posesiones
y un misterio que abre su boca puede
ser poderoso y, sin embargo, grácil,
cantarín.

La risa, sí, la risa
en esta situación insospechada
que ataja la rutina
y ya no quieren proseguir idénticas
la derrota, la entrada de la muerte.

Sí, la risa:
tal vez llevas ridículo el sombrero
o es un pez que te muerde de una oreja.

martes, junio 21, 2005

El marino

Las amapolas y el cantueso reavivan la temporada de los baños, ensenadas de cuarzo verde,
blando
viento verde preferido por el trigo,
dientes de león buenas y cobardes, pri-pri de las perdices y pájaros pequeños con nombres tan pequeños que no les caben en el pico.

Lagartos en las lindes como cruzados cuidando aún el campo de batalla, y moscas vampiras molestando a los bañistas y mariposas disfrazadas de gaviotas sumergiéndose en la hierba.

Él hace memoria, no recuerda ningún ahogado mar adentro, en la hierba; hace memoria de la noche de los grillos, de la temperatura que despierta a los murciélagos, la noche querida, dormir en tierra firme
en su cama
morir.

Y aunque a la hermana le dijera que estaba bien de salud en sus dos últimas cartas, la espuma salitrosa le ha endurecido el llanto y bajo el agua se ha perdido la excitación de las conquistas.

Cansado de abandonar el equipaje en puertos luminosos, cansado del horizonte de Ulises, de los delfines, del tuétano de algas, desea no ser libre, dormir en tierra firme
en su cama
morir.

domingo, junio 19, 2005

Cerca del Himalaya, cerca de los dioses...



En el valle Spiti

Donde la hierba apenas tiene un nombre
y las únicas flores pertenecen
a coronas de hielo, a los Aditya;
donde la piel se seca y se confunde
con el color del barro o las boñigas
de ovejas aceradas por la altura;
donde las rocas aman los glaciares
y se envanece un mundo fragmentado
pero se hace cristales y se alisa,
es absurdo pensar que moriremos.

jueves, junio 16, 2005

Eso sin forma




El alma, la palabra
que temió de pequeña. No sabía
si al pronunciarla un soplo
se fuera de su boca
y se quedase tonta,
como un pájaro gris, como una piedra.

Y Dios,
- porque aprendió a escribirlo con mayúscula-
semejante a una cumbre,
allí sentado, viendo.

Unos días jugaba a los altares
con dudosas estampas de Murillo.
Otros días creía que era un pájaro,
una piedra casual,
y no importaba.

martes, junio 14, 2005

Leve pensamiento



Templos en Katmandu

Tienen una graciosa falta
de peso los tejados.
Dioses
como los ciclos de la flor
de altura.

Quizá una vida es esto:
serena
pero perdida la mirada.

domingo, junio 12, 2005

La delicadeza, el tiempo




Joven bailarina oriental

Junto a tu lado pasa con señales
de futuro esperándola sumiso.
No sabe del hedor de los vampiros
disputándosela.
Desconoce que será transparente
y tú la odias.

jueves, junio 09, 2005

Ah, mi querido Vivaldi



CONCIERTO PARA CUERDA EN SOL MAYOR "ALLA RUSTICA". RV.151.


Presto

Uve de pájaros vivaldi, siempre pájaros si has leído mi letra en el amanecer, inexperta que corretea por la cuadrícula del cuaderno escolar rastreando modos de cazar un insecto sílaba, recordando conversaciones de las señoras que se esconden en la celeridad del día.

Pájaros impacientes: saltan sobre los versos y regañan por la pequeña larva oculta, médula de lo más hermoso que rompe las costumbres de la jornada. Pájaros aupados al tejado, despierta, pían, regresa de tu estar en ti.
Ellos te aman como los niños que no dejan saludar a su maestra y la rodean relatándole atropelladamente que escucharon la voz que gira de los astros.


Adagio

No sé hacer otra cosa sino vuelo, creer en lo que nadie se ocupa o se detiene. Voy despacio, apreciando colores de los prismas, de nervaduras tocables.
Voy muy despacio cuando exploro el rapidísimo tejido de tu vello, las ramas altas del avellano de tu sombra.
Envidio a veces la destreza de los maestros que usan ágiles tijeras para recortar las tiras de esos muñequitos encadenados de la mano.
Lo único que sé es el vuelo, planear atrapando un flujo de aire que sale de tu boca igual que si estuviese quieta, sostenida por un apoyo lento, natural, transparente, en el que nadie ha reparado.


Allegro

Elegida, orgullosa, atuso mis plumas. Soy tus ojos como águila de una mítica historia, soy el regreso desde el Sur a las lagunas, a las torres, cuando el invierno debilita su resistencia y prefirieras abandonar lo oscuro de tu casa y salir a la noticia de una repetición gozosa.
Cambio tu perfil moderado por esa indiscreta corriente que no cesa de humedecer tu libro de recuerdos, capas de palabras heridas sobre palabras maldecidas sobre palabras contagiadas de la dolencia de los muertos...deja que acaben de morir.
Vendrán los corazones alirrojos y será difícil negar su vuelo.

martes, junio 07, 2005

Poema


LA QUE LIMPIA LOS URINARIOS

Es invisible cuando Tamara de Lempicka se suaviza en sus bragas de raso y se reconcilia con su vestido mirándose en el espejo, retocando la curva de sus labios y yéndose después mientras calcula la pedrería de sus amantes.

La que limpia no ha deseado la danza de los peces bajo el tedio del Adriático, no sueña jamás con encontrar un brazalete de plata que burle el recorrido de los desperdicios.

Pero conoce el candor de los que se alimentan con pétalos de rosa por el yacer casi inodoro de sus heces y cuántos miles de cerezas se precisan para el pastel intacto de una novia bella y anoréxica.

Conoce el temor de los hombres de negocios en la mancha que dejan sobre la porcelana de hielo, el secreto de las embarazadas porque gimen al cerrarse por dentro en dos metros cuadrados de soledad y el caviar que comieron los discípulos de una logia y el licor culpable que embriaga a los amantes de la condesa Tamara de Lempicka.

Cada día se resume en los desagües llegando al fondo de los pensamientos elevados. La música del agua no le regala arroyos transparentes.

Y cuando acaba su trabajo se marcha más distante que la pintora Tamara de Lempicka. El sol no la golpea con su desvergüenza y en la oscuridad su paso está cansado como la danza de los perezosos que se aman en un lujoso hotel de Venecia.

lunes, junio 06, 2005

A veces lo sombrío...




ECLIPSE


Aquella tarde, cuando revelaron
las ilusiones falsas esmeraldas,
como la conquista de un nuevo mundo,
como la bola de cristal mintiendo
el porvenir...

Aquella tarde que detuvo el reloj
-mucho después de la última alegría-
murieron las palomas mensajeras
y creció con la sangre una pequeña
criatura.

Se aproximaba el vuelo de un satélite.
Fue acomodarse al peso de su círculo,
adecuar las pupilas a los cambios
de luz.

Adiós, decirse, o callar simplemente
el hueco que dejaba la esperanza.

sábado, junio 04, 2005

Pertenece al libro SEXTO SENTIDO


(Jack Spencer)

ÉGLOGA PARA EL SEXTO SENTIDO

La niña aguarda el grito que anuncia a los barqueros.

Rizando la mañana
en los meandros, vueltas que destrenzan las algas,

pelo de azuda, vueltas de carrizos que esconden
alas, siseos, huevos, chapoteos de vidrio,
virarán los barqueros
de la noche.

La niña aguarda el grito que anuncia a los barqueros.

Saludan en la orilla traslúcidos delfines

de agua dulce trinando historias de un estuario
donde vieron zarpar a los soldados jóvenes.
Los delfines exploran campanarios anfibios,

calles que la distraigan
de la espera, azulejos brillantes de esas casas
con el suelo encerado, terrazas soleadas
y puntas de ciprés.

La niña aguarda el grito que anuncia a los barqueros.

Lleva barro en la boca,
"es la tierra más vieja que conozco", y sonríe.
Más allá, siete grullas

están soplando cuellos de botellas de náufragos
igual que siete geishas

recitando mensajes de seda, los mensajes
de objetos extraviados sin dueño ni avaricia.

La niña aguarda el grito que anuncia a los barqueros.

Aún no tiembla el pulso añil de las libélulas,

aún tonalidades de pereza y relojes
ruedan hasta las cañas.
Y la niña recibe pedacitos de sueño,

jirones de camisas
de la Luna
confundidos con hilos de una araña, enrojecen,

se transforman en peces.

La niña te repite

canciones de soldados poetas, de mujeres
que amaron su reflejo
en las hojas
de las armas,
quemándose, apresadas de los filos flexibles,

y regalaban sangre sobre el metal viril,
"es la sangre más vieja que conozco", y sonríe.

Y se yergue, de pronto, tan alta porque agita
sus brazos,
porque escucha en sus ojos llegar a los barqueros.

Los barqueros que vuelven de la noche desnudos.

La niña toma el agua y la lleva a tu boca,
"es el dolor más viejo que conozco", y sonríe.

Es la ciudad un río
de presagios.

Es el río una niña que grita a los barqueros.

Regresan los barqueros, te embarcan en sus luces,
en sus quillas de estrella.

jueves, junio 02, 2005

Un viejo poema


(*) Mat Sigüi

PEQUEÑA HISTORIA DE MI MANO

Hace tiempo
la Luna me cabía en una sola mano.
Era grande y espléndida,
una recién casada
con el hombre que besaba sus dedos
y leía
señales positivas en su palma.

No sabía muy bien
mi mano de este mundo;
quizá nieve imprudente
fue abandonar la escuela...
¿De qué modo sostuvo la prohibida
atadura de un beso?

Pero mi mano ardía sin cansarse
aunque los terremotos
cambiasen de lugar
los nombres mágicos de los castillos.

Hace tiempo
de esta historia minúscula
que creía olvidada.
Hace tiempo
que mi mano no acoge
el don de una semilla.
Apenas se sujeta por sí sola
y tiene que ayudarse
de la otra mano triste.

Ay, mano mía, tibia y lastimada,
hace tiempo que el mundo
se volvió muy preciso.

miércoles, junio 01, 2005

Desde el mar...





CABALLO TIERRA ADENTRO

... Entonces, submarino,
desde su nido en ánforas romanas,
al lado de los barcos
lunares del aceite,
mecido en las mareas,
verdiazul, sin heridas,
olor a sal
y a litoral de dulces archipiélagos,

busca la superficie,
tierra adentro los pastos amarillos,
la golpeada sombra
de la encina,
la renegada col,
los breves pozos,
el grano austero.

Joven, urgente,
blanco de espuma aún,
primero al trote
de quien no está cansado
y es inocente, apenas irascible,
y luego, si galopa,
si corretea y halla
arroyos que le lleven
su saliva muy lejos,
feliz me mira y dócil pero libre,
dispuesto pero libre,

y me lame la mano
sólo un instante y oigo
las palabras del agua
más antigua,
se acerca regalándome
esa canción de bronce en las salinas...

Qué alegría tocar, tan tierra adentro,
la libertad del mar,su voz de alfana.

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Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
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