domingo, febrero 26, 2006

Primer poema, primera foto



© Ricardo Martín


Una luz loca zarandea el mediodía.

¿Lloverá? , me preguntas.

Yo sólo sé que las mujeres de la magia
cabalgan hoy.

Juegan con la aguja de la torre, abrillantan
fachadas, cantan para la dureza, juegan
para los amargos de la ciudad, los mudos,
los apagados.

Las mujeres de la magia montan caballos
de agua.

Y hay que hablar más alto, más aprisa, la luz
sopla en tu pelo, viene desde el mar, del mar
que nunca vimos.

¿Reirán las mujeres?, me preguntas.

Yo sólo sé que bailan sobre el fuego. Vuelven
a esta ciudad
que cubrió con escoria sus bocas paganas.

Aman a la ciudad, la traen de la sombra,
del agrio murmullo incensado de la muerte.

La luz nos equivoca...

¿No ves a las mujeres
bailar en los tejados,
pacificar hogueras?

Otro sentido

Sí, otro sentido...aunque el mismo.
He tenido la formidable oportunidad de contemplar las fotografías de Ricardo Martín, compañero y amigo, y he escrito sobre ellas...y, para colmo de suerte, mis poemas las acompañarán en un bello libro de inminente publicación.
El cuerpo fundamental de CIELOS PARA TOLEDO, como provisionalmente se llama esta publicación, son las fotografías, evidentemente; los poemas les ceden una palabra, no es la única, sólo es la mía.
He de añadir que los cielos de todas las fotos pertenecen a Toledo y ninguna está modificada, trucada, pestañeada... Desde aquí le doy las gracias a Ricardo.
La edición llevará como número de Isbn 978-84-7788-410-1
Es muy probable que el libro ya esté en la calle para el verano.
¡¡¡Por fin la ciudad, mi ciudad, mi Ogigia escondida!!!
Bueno, ahí va.

viernes, febrero 24, 2006

Cuarta parte, tercer poema

Untitled (Red) 1956


Como si un campo de amapolas
me recorriera de los pies al alma.

Escucho la melodía del fuego
creando de la nada un aire
donde se agita la primera
curvatura del mundo.

En la calle glacial el miedo
congela su nariz
de ausencias y el hielo detiene el pulso
de las tórtolas.

Pero hay en mí un planeta que arde
y, aunque consiga
abandonar su música,
una herencia silvestre
me embellece a cada momento,
me hace lista, me enseña el libro
de la magia de la mañana gélida
y, sin embargo, lumbre que alzo
para ti,

secreto,

secreto con el nombre más azul
que existe
y ansiado, y rojo.

domingo, febrero 19, 2006

Cuarta parte, segundo poema


Blue green and brown


Aunque parezca que los lobos
se adueñan de la puerta de mi casa
han permanecido avezados
guerreros y ahora despojan
sus cinturas de los metales
de la vehemencia o de la ceniza.

Qué maravilla
la noche sin calor, sin dudas
ni desesperados encuentros,
ni saludos ni adioses, nada
salvo esta noche abisal, fulgurante
de estrellas sin mensajes,
sin muertos ni súplicas, sin amor
imperfecto.

Tan sólo esta noche ancha y casta,
esta dama desnuda ante mis ojos
.

domingo, febrero 12, 2006

Cuarta parte, primer poema




White and greens in blue


Lo que vive verde, casi negro
pero no agitado por un duelo
con aquello que ya no regresa,
traza la fortaleza
de un árbol hostigado
por el relente.

Y está en mi corazón;
no es la promesa de un ángel cálido
o que las perdices sobrevivan
a la noche de enero.

Apenas verde,
de un verdor que no cansa, un latido
sin edad, sabio según el tiempo
patina igual que un muchacho estúpido
y, sí,
también es atractivo.

Sé que soy una reina en su torre
fría,
y no me digas que lo feliz
jamás se madura ni se inclina
a la frugalidad.

En cada arruga tengo un arroyo
verde
y, al sonreír, sus aguas
fluyen a mis dedos inventando
vidas y tormentos ardorosos.

En apariencia rielan heladas
pero van encendidas.

sábado, febrero 04, 2006

Tercera parte, segundo poema

Orange and yellow. 1956


¿Has visto cómo se oscurece
la tierra después de llover?

Tal vez noviembre sólo guarda
silencio:
es tan breve cuando esmerila
los ángulos de la ciudad,
cuando la niebla y el sol, luego
una nube, apaciguan
la carne de las piedras
y una bella manzana rueda
calle abajo
y te pregunto si el sabor
de un amor devorado puede
persistir.

Tal vez este manto granate
no quiera hablar sino extenderse,
cerrar la naranja de zumo
de tus labios, porque me observo
preciosa,
callando,
renunciando a tu regalo.

Únicamente las encinas
cantan con sus violines
y se resisten a cromarse
de cansancio.

¿Has visto
cómo me voy sin irme, yéndome
al lado de la lana
silenciosa,
cerca de la raíz del vino,
muy cerca del alacrán que oye
en su nido dulce llegar
a la dama de hielo?

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Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
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