viernes, mayo 29, 2009

Y revista Hermes, nº 25. I


      Un avión vadea las nubes,
      se sabe por el trueno sostenido
      y pregunta mi madre dónde va
      con extrañeza niña y griega.

      Mis años son más viejos que su gesto;
      grata perplejidad suaviza
      cualquier descreimiento que la aceche
      desde lo que ha tocado, desde
      antes de ser mi madre, antes, lejana,



      y reserva su terrenal
      postura
      para el instante de la magia
      aérea.

      Cruza el avión, y mientras quiero
      conseguir un pasaje en su distancia,
      ella se asombra y se aproxima
      breve a la edad de los olivos.

      En esta antigüedad del desengaño
      que me separa de lo prodigioso,
      ¿persiste aún una fisura
      por la que pueda entrar la hechicería
      de una mirada que, admirándose,
      pregunta?

      ¿Y qué mirada griega y niña
      hecha de tierra maternal
      y arraigo
      dudará de un sonido sobre nubes
      e inventará un encantamiento
      que dé razón de los viajes,
      que dé razón de una rara tormenta
      y de su altura?


DOMENICO SCARLATTI. SONATA K 178 - David Russell

sábado, mayo 23, 2009

Cuarto poema. Nº 24 de hermes





      Malvada madrastra


      Les robo a las garcetas las camelias
      atadas a las ramas del invierno.
      Mi espejo tiene dientes, la leona
      se afila en el cristal sus cuatro garras.

      Los árboles del río son mastines
      que se dejan poblar; dormitan, suelen
      moverse muy despacio sobre restos
      o acercarse a beber tambaleándose.

      Hay un sol de muchachas azaradas
      que más tarde, en verano, se insolentan
      mostrando sus ombligos con argollas
      de acero.
      Ahora debilitan sus manzanos
      gimiendo igual que ovejas escuchándome
      aullar,

      pero a pesar del miedo al hielo oculto
      que les haga un bebé en sus vientres lisos,
      que les saje la carne con los gérmenes
      del tiempo encizañándose, escapando,

      guardan la fortaleza de la piedra
      que hierve,
      que todo sol contiene sin sentirse
      indispuesto.

      Acarician los perros de la orilla
      del río,
      llaman a las garcetas por sus nombres
      y se cubren de plumas concedidas
      y pescan
      como pájaros.

      ¿Dónde estará la lluvia de aguafría
      que les arranque el corazón de un golpe?

      ¿Dónde, espejito mío, el nadador
      carnívoro olfatea a las muchachas
      y les come los pies y va subiendo,
      las envenena a gritos, les arranca
      el corazón de golpe con su beso?



Vals. - Tchaikovsky

viernes, mayo 15, 2009

Revista nº 24 de Hermes, tercer poema





      Giacometti


      Bola suspendida

      ¿Qué linaje de mariposas
      arderá bajo el sol
      y habrá una duna que las cubra
      y un guijarro que indique cuándo
      se extinguió la última mujer
      apasionada
      y loca con sus alas?

      Sitúate en el mediodía
      que suelda con fuego la grieta
      por donde se escapasen
      fibras de un agua sin recuerdo.

      Quédate.
      Se curvará tu cuerpo
      calcinado.

      Tiéndete.

      Que se desplome el astro
      en ti.



Race of the initiates - Hans Zimmer

viernes, mayo 08, 2009

Segundo poema de la revista 24 de Hermes


            Giacometti


      El hombre que camina

      Gravedad en la planta de los pies,
      va determinado sin verte
      y no es la tierra esa adherencia
      que lo sujete en la arena de hueso
      de sus muertos, no le sostiene
      el viejo núcleo, el testigo
      de una primitiva batalla.

      Va sin verte, preciso, a sus misterios,
      y en su fragilidad se perpetúa.

      Va sin mirar, sin verte, y tú
      no le rozas el hombro, no andas
      a su lado
      ni te escucha.

      Y tú,
      que un breve viento tumbaría
      tu pecho,
      que el empujón más suave atraparía
      tu porción de camino,
      tu volumen de gas y de constancia...




      Counting song - Hans Zimmer

      sábado, mayo 02, 2009

      Nº 24 de Hermes. Primer poema



            Antiguo oficio

            Escucha a la abubilla
            y comprende el presentimiento
            de los pájaros.

            Moja el pincel en el tintero
            y desiste de cualquier música
            o distracción.
            Ahora posee
            el mismo rumor que la seda.

            Tiene a las montañas, el lago,
            al tímido ciempiés,
            al heliotropo y al amor
            de su parte.

            Tiene a la luz por inventar,
            se tiene a sí como en liviana
            trasparencia
            de soledad y vaho.

            Y posa su pincel:
            una princesa muerta
            vuelve a flotar entre los juncos.


      Why - Annie Lenox

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