Las palomas de Matisse ignoran la madrugada.
Pero otros pájaros afilados cruzan la puerta
del puente, pasan rasantes por debajo del arco,
sobre mi cabeza, me desafían a seguirlos
en la cacería, en la revuelta, para esquivar
a la zorra camuflada que luego será fuego
desengañador.
Es el momento de todas mis cuerdas afinándose,
el intervalo de vuelo que separa carencias
del súbito placer sólo por volar, solo viento
animal, carnívoro con alas, viento en verano.
Sí, es el momento de cautivar a las palomas.
Música de Mozart Camargo Guarnieri
Poema con mismo título que la pintura
La ventana. 1905
Quiero asomarme
y que mis hombros se despejen
de la tristeza.
Entra el viento de olor ciruela
agitador de los balandros,
empuja la plata a los rielos
y desanuda cuerdas para
la tarde convertida en pulpo.
Entra ese viento casi un hombre
y por qué regala petunias
y geranios cuando perfuma
con sal,
con escama,
acaloradamente.
Quiero
que me vacíe, me despeje
lóbulos, alise membranas
mías, no me deje pensar.
Es el momento de las telas
coloreadas, el reflejo
del incesante movimiento.
Es el cristal de la ventana:
doble tarde, doble esplendor,
distante muerte.
Música: Ernesto Nazareth
El título de la pintura no lleva fecha,creo recordar, pero como Matisse nombró varias de sus pinturas del mismo modo, La ventana, he añadido el año en el que el autor fechó la obra que vemos.
La Danza. 1930-1933
En la bacanal de los brazos
hay un instinto que desdeña
la habilidad de la pureza.
Comienza una polifonía
de ciervas listas para el salto;
se fuerza la torsión
de las cinturas, se levantan
las piernas, se revela el sexo,
la redondez, las pantorrillas,
el sudor que deshaga
las trenzas,
que desmaquille los gemidos.
Dadme, mujeres,
dadme de ese bocado, dadme
la música que hierve, el jugo
del placer del instante: el héroe
de la razón está perdido.
Sólo mana una danza,
sólo sed.
El silencio habitado de las casas
Ha estado la mañana
excitada con las ansias de los vencejos.
El cielo era la parte oculta de una enorme
concha: su molusco latía, tantos pájaros
picando en la madreperla para una fiesta.
Ha estado el árbol intentando parecerse
a la nube
o parecerse al ábrego que hurta cinabrio
del bochorno,
el árbol hablador
cerca de la ventana,
persiguiendo a las muchachas casi desnudas.
Ese día mantuvo
una tupida consistencia de cariño:
aún puedo tocar sus paredes y verme
sin rostro, verte a ti sin rostro, dos siluetas
en la felicidad de algo que no se dicen
pero está ahí, calmado
y cómplice,
dos figuras apenas precisadas dando
un sentido a la sangre,
un motivo para existir a la existencia,
tú y yo, leyendo, o cualquier cosa…Susurramos
bajito, me adivinas qué pienso, te observo,
sonreímos… ¡me envidian
los hijos de los pájaros!
La conversación
¿No te parece inútil esconderse de la muerte que acude, anaranjada y rosa, con la primavera?
¿Y si de un día para otro sobreviene, salvaje con sus flores, la enfermedad de los abandonados, y sube como hiedra a la ventana y nos despoja de nuestra promesa elefanta a largas pesadumbres?
Sí, estoy cansada de parecerme a la alegría de Keats, le respondí.
En ese momento cruzó mi brazo la ráfaga del martín pescador, esa fiereza que amo tanto.
(Música: Claro de luna. Debussy
El poema lleva el mismo título que la pintura de Matisse)