jueves, diciembre 30, 2010

Varios (I)


      Mientras conduzco en la oscuridad

      escribo poemas *


      pero ya no se prenden las cosas,

      no guardan el nombre que les di,

      no emergen de un lago como damas

      que hubieran escuchado mi salmo

      invocador.


      Ahora

      las cosas se callan y repiten

      y repiten

      presente:


      …si no me detengo en él, si no

      digo esto es el presente, si no

      parpadeo

      en una molécula de tiempo,

      si no quiero detenerme

      o quiero eternas

      mariposas invisibles de co-

      sas

      frívolas

      y

      amadas,


      tal vez el fuego caza más dentro

      y las cosas

      poseen otro corazón bajo

      la piel herida, otro corazón

      oculto en el agotado alado

      blanco.

      Las cosas ardían.

      Me miro los dedos. ¿No será

      que la llama consiguió esconderse

      en la parte interna de las uñas

      y se tomó un descanso?



    * Dos versos de Linda Pastan, poeta norteamericana.

sábado, diciembre 25, 2010

Otro poema


      El perfume de la madreselva

      al sol denso, porque la piedad

      es una sombra cuando camino

      delante, algo mortal y lejano

      de la luz. Espesa madreselva,

      tenaz en la piedra, apenas bebe,

      apenas se lamenta o se lacia.


      Cuidado, me dijo el jardinero

      una mañana. Su tupidez

      esconde un hambre antigua de insectos

      comedores de sueños de niñas

      rubias. Lo que muerden lo convierten

      en olvido.


      Miré al jardinero, a sus pestañas

      verdes, su lengua como sus besos

      verdes, verde su gesto aromado,


      y no saber decirme

      qué me dijo,

      cómo estuvo a mi lado

      y ni siquiera

      recordarme.

sábado, diciembre 18, 2010

FRAGMENTOS EN LA ISLA II


      En la distancia

      I

      Vuelvo al pájaro

      del amanecer que no sabe

      perderse .Despierta y se muestra

      con el gesto de un dios, sin bordes

      de aflicción.

      ¿Acaso el pájaro se ocupa

      de la distancia,

      de la medida en imposibles

      hallazgos?

      Por si existiera una abertura

      en lo imposible, por si fuese

      cierto decir que en la distancia

      hay tramos.

      ¿Qué conoce el pájaro sino

      ofrecerse al día, y no duda

      ofrecerse al día, intentando

      que el día

      le responda,

      insecto, sexo, grano o gota

      de la sed?

      II

      No hay medida en el desapego

      del silencio que agota fuentes

      de haber dormido cerca

      del amor, descuidada,

      vuelta niña, vuelta criatura

      transparente.

      Qué sentido tiene si dices

      prudente dimensión, prudente

      tramo separando, marcando

      que no me llegue el agua

      a los tobillos,

      si me hubiera sumergido

      y las actinias aplaudieran

      mirando cómo me ahogaba

      dulce

      en ti.

      No hay medida ni gradación

      ni un paso atrás ni guarecerse

      ni ser cauta.

      O estar contigo bajo el agua

      o habitar en la arena

      y el silencio.

      III

      ¿Qué sabe el viento del espacio

      inaccesible, separadas

      lunas, todo lo que una triste

      forma de renunciar reúne?

      Si detuviera su incursión

      en lo que va debilitándose

      -algo pudo volar, cambiarse

      a fuego-

      sería la certeza un monstruo,

      hueco devorador, silencio

      no de jazmines ni silencio

      amoroso.

      Si continúa no me deja

      pensar. Lo que tendía al vuelo

      se golpea contra los riscos,

      el delicado papelito

      de seda, mira, mi deseo

      haciéndose pedazos, yendo

      a la suciedad, las pisadas,

      donde orinan los perros.

      El viento que no quiere nombres

      para no girar ni agotarse

      eligiendo caricias,

      ni descubrir el afectivo

      roce que lo apresara,

      que lo hallara temblando.

      Este viento

      inestable buscando no

      quedarse, no

      desvelarse, no

      claudicar.

      Que va y viene de ti este viento,

      que va,

      que sólo va.

      IV

      Esas criaturas sin cuerpo,

      apetecidas, envidiadas,

      castigadas a desertar

      de su cuerpo,

      penadas

      sin cuerpo.

      Las escucho, me cercan, tengo

      su murmullo en mi pelo, un eco,

      una velada vibración ,

      un ligerísimo chasquido

      entre las ramas de la acacia.

      Esas criaturas colmando

      la sombra, la temperatura

      donde vivo.

      ¿Qué casa es ésta, concurrida

      de cuerpos impalpables, huecos

      latiendo en el lugar de espesos

      manoseos ansiados?

      Este espacio cóncavo mío

      excavado en lo ausente,

      habitado de ausentes.

      V

      Cada vez más clara y olvidada

      me muevo hacia la penumbra, lenta

      igual que la manta raya , lenta,

      planeando en el cielo del agua

      como si no supiera sentir

      y perder el nombre en su camino

      fuera parte del plancton.

      Olvidada en la luz y tan clara

      que no sé distinguir un deseo

      de una flecha cruzándome sin

      detenerse en mí, tan olvidada

      que si alguien se volviera a mirarme

      vago el gesto le recordaría

      una palabra, quién la pronuncia,

      una palabra, quién la abandona.

      Y olvidada hasta las nimiedades

      de la costumbre,

      olvidada en un juego, olvidada

      en mi apodo tenue cuando dejo

      de hablar.

      Clara como la luz,

      nítida en el olvido.

sábado, diciembre 11, 2010

FRAGMENTOS EN LA ISLA I



      En el agua


      I

      Baja de verano, escaso, el río,

      pero la mañana se aligera.

      Hay tormenta a lo lejos. ¿Podrías

      referirme acaso cómo huele

      esa impresión a tierra mojada,

      la fina porosidad del aire

      húmedo en la distancia?


      II

      Se reduce a repetir la sed

      este silencio contemplativo.

      La más pequeña solicitud,

      el menor esfuerzo o gesto apenas

      para no apurar la propia sangre.

      Sabría sentarme bajo un árbol

      y ser la muchacha de Corot.

      El sereno anonimato del agua

      como fondo en la soledad. Poco

      a poco la sed se licuaría

      y, la contemplación, un instante

      donde el nombre fuera fugitivo,

      donde nada importase.

      III

      Con las campanas dominicales

      pesan las nubes. Adivinar

      la tormenta es fácil

      o es un deseo porque la lluvia

      aplaque este calor. No me muevo

      de la mañana, no queda nadie

      a quien contar que estuve urdiendo

      un hechizo

      en la noche. Ninguno quedamos.

      Un polvo dorado incandescente

      antes de las diez, difuminando

      el perfil reseco de los cerros,

      me trasforma en cenizas igual

      que si te hubiera amado tantísimo

      hasta arder.


      IV

      Vencejos a la caza de insectos

      líquidos. Son los que guardan gotas

      del color mojado, nutritivo,

      son los insectos conocedores

      de láminas finas y perladas

      detrás de la curva de calor

      y detrás de esta melancolía

      lujosa de verano. Vencejos

      alrededor de las torres, altos

      como quien vuela y sabe seguro

      su despertar o su sentido. Pero,

      ¿quién vuela, quién caza los insectos

      que colman o quién, en compañía

      de vencejos, se sacia?


      V

      Detente, pedía en el delirio

      del ansia, si supiera morir…

      Pero ahora reposada,

      ballena cantando, desplazándose

      sin quebrar las agujas del agua,

      tiempo que no responde a un deseo,

      murmurador cetáceo lento

      y poderoso. Hoy se levanta

      un vientito más fresco, más verde.

      No me detengo, sólo acompaso

      mi movimiento con las aletas,

      vuelvo a sumergirme, canto y danzo.

      No es olvido todo ni distancia.


      VI

      En un barro de canícula hundo

      mi mano. Alguien escondió saliva

      de besos, gotas jugosas para

      despertarme, teñirme los dedos;

      agua de sed, cuanto más sed más

      cercana pero difícil, más

      clara y más precisa e inasible.

      ¿Qué haré si este limo se convierte

      en el primer planeta habitado

      por el deseo?


      VII

      Los pájaros invisibles. Su eco

      creciendo por los riscos del río,

      de los álamos claros al olmo

      y todo es cántico, todo deja

      de tener importancia. Palabras

      mías, desconcertadas después

      del final del deseo, palabras

      más caedizas que estas llamadas

      con sus respuestas entre los árboles.

      Me aproximo al silencio, al final

      del deseo, a la mañana limpia,

      intensamente garza y vacía.


sábado, diciembre 04, 2010

En Hermes (VIII)




    Ciudad del sueño

    La humedad se atrasa en la Luna

    y luego baja despertando

    a esos animales viejísimos

    de la Degollada.


    No todo es oscuro en la noche,

    ni aguza colmillos ni acecha

    en las tarjeas. No todo abre

    su manaza para agobiar.


    Me digo: no pienses en nada

    y duerme.


    Sé que hay ángulos de hierba agra-

    deciendo llover, verdeciendo,

    acaparando azul y olor.


    Sé que la tranquilidad rueda

    en los tejados como pluma

    de la lechuza

    de Santa María

    y en los árboles no hay heridas

    y en otra parte está la muerte.


    No pienses nada y duerme.


    ¿Qué siseo es este tan suave

    que me conoce y no me asusta?

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Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
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