miércoles, enero 31, 2007

MDF V



Tajt-i-Sulayman, el Trono de Salomón, es uno de los lugares sagrados de los zoroástricos en la antigua Persia. Allí existe un lago inagotable y, al lado, el Templo del Fuego. Los dajmas son altas torres redondas donde se depositan los cadáveres para que los buitres los devoren y sus espíritus viajen hacia el Sol.








Tajt-i-Sulayman

Levanto con la punta del zapato
vidriados azulejos de tristeza
no para sonreír en la renuncia
de las santas,
desde la soltería
de las mariposas o desde el pozo
que recoge
monedas.

He tendido un cuerpo disciplinado
en el dajma del ritual del silencio,
ese cuerpo que se balanceaba
con el tambor
de la privación, de la biografía
que conocen los buitres
al desgarrar los costillares
del recuerdo.

Qué grito he dado cuando reconozco
que mi altura es la altitud de la lengua
del fuego,
que cuando muevo mi tobillo
alzando
tantos adornos tristes y bonitos
como vidrios
aflora el agua y se desborda un lago
donde sólo mirarse es encontrar
un cuerpo que te besa,
un nuevo cuerpo mío que te besa...

cuando el fuego estimula algo sagrado
que estaba adormecido,

cuando el agua no suaviza tu boca,
no se opone a la llama que te invita
a la muerte
apasionada.

Qué grito en filo, mineral,
qué golpe
recorriendo las torres del silencio,
triturando
los cráneos de la culpa, el podrido
tuétano, la pestilencia untuosa
de la culpa.

Qué grito al verme erguida, llameante
en el agua.

Hay un bosque sin tregua en este lago,
una hoguera fragante que pronuncia.
Y te alcanza.

sábado, enero 27, 2007

MDF IV

© Pilar Bamba







Piromancia I

Viene una mujer que conoce el curso del río habitado bajo tu casa.

Viene recortando fechas del calendario para hacerse un collar de olvido.

Y se aparta una nube por mirarla, se gira un girasol cuando la escucha, se entusiasman los abejorros, se alzan las algas del estanque, se enemistan tus puertas abriéndose de pronto.

Ella se diferencia de la seca textura que ha cubierto tu cabeza con ceniza.

Es roja
entrando con paso apasionado, despreciando las ramas que no sirven ni de bengalas a tu corazón.

Verde,
apenas un destello porque el jade lo guarda para herirte sin costillas tu sexo.

Amarilla
si refleja el espejo mediodía cómo excita a la tierra sólo hablándole de la isla donde fuman los chamanes del sueño.

Y azul
si hay instantes en que prefiere el polvo que acoge la memoria de un cometa, o en tu pestaña el lado submarino, o el dardo que precisa de tus ojos.

Hoy viene blanca,
tan blanca que ha asustado a las ermitas, llena de niños, blanca, de la escarcha, blanca, desnuda, blanca como el agua.

Se adivina a sí misma, viene hablando de un beso todavía infranqueable, del puente que no cruza todavía tu perfil receloso, tu distancia.

La predicción del aire entre sus labios, la piedrecilla fácil de su sexo, la espina que penetra floreciendo, el momento de ansiar morir son los naipes volando todavía, los planetas que ruedan a tu sombra.

Viene pintando en fechas otros peces, murmurando a la tierra, se aproxima.

miércoles, enero 24, 2007

MDF III











Instinto en la serenidad

He conducido el elefante a la caza del tigre,
hasta su guarecido bebedero, hasta las crías
que jugueteaban con un ratón. Entre dos luces,
cuando los pájaros de nerviosos nombres alertan
a los monos que pestañean como adolescentes
insensatos.

He conducido el elefante a la caza del tigre
por un territorio intratable que siempre me niega
abanicos, plumas de marabú, de señoritas
que capturan el tesoro de un hombre delicado,
maduro, fiel, un rasurado gentleman discreto.

¿Por qué no puedo resistirme a salir, distanciarme
de la casa que guarda un jardín donde los amantes
no piensan en las pupilas amarillas del horror?

Tú te quedas relatando las historias de Krishna,
el seductor de piel azul, el Adorado, y Ella
se adormila en tu voz, intima en tu voz, se abandona
y en secreto te confunde con una melodía
que baja
lastimándola desde la noche de la evasión
imposible.

¿Por qué no desisto de las huellas del tigre y vuelvo
mientras el animal no me lame con sus colmillos
y descincho al elefante para que ramonee
tallos de primavera, y dejo las armas y vuelvo
a tu lado, a la conversación femenina que Ella

acompasa bajo tu voz de cazador nocturno?

martes, enero 23, 2007

MDF II

© Francisco Suárez

Galiana es la princesa de los cuentos...toledanos.
Hay un lugar maravilloso, cerca del río Tajo, mirando a la ciudad, que se llama Palacio de Galiana, o Almunia Real, o Jardín del Rey. Es una diminuta Alhambra. Se sabe que si Galiana hubiera existido nunca habría podido visitar esta mezcla de jardín y huerta deliciosa porque vivió antes que Al-Mamun, el de la saga de los Banu-dil-num, los taifas toledanos bereberes y levantiscos, Al- Manum, el amor prohibido de Zaynab, antes de las capitulaciones con Alfonso VI.

Galiana leía en las estrellas; amó al mercenario Carlomagno cuando aún no estaba en su ser coronarse rey de los cristianos europeos y, gracias a ella, este hombre consiguió la espada, la mítica espada Durendal....ésa de Roldán y Roncesvalles, mucho tiempo después... la música, como siempre, en la columna de la izquierda.

© José del Olmo

En la Almunia Real, la Princesa Adivina

Ella conoce jazmineros
en la Huerta del Rey,
el kamanjeh de agosto, el pájaro
que bebe de la alberca.

Es un amor sin primer día
como un baño de sombra.

Ella conoce jazmineros
melodiosos
con sus túnicas al poniente,
con los jilgueros de morado
pico por un festín de fresas,
y acaba su poema;
¿quién rema hacia la orilla
del río y apresa un perfume?

Ella lo ve,
se siente bien entre fantasmas,
recompone el ritmo, el paso
de la tarde
y las mujeres que azulean
a su lado
oyen.

Quisiera que su amado...
y según las estrellas trazan
signos, venablos hasta el agua,
leerle su futuro,
repetirle.

Las estrellas de olor, del río,
taqsim de soledad.

Es un amor sin primer día
como un baño de sombra.


sábado, enero 20, 2007

Nuevo libro: LA MÚSICA DEL FUEGO

LA MÚSICA DEL FUEGO fue un libro publicado en el año 2001, en la pequeña colección Ulises de nuestros cuatro amigos (para otra ocasión hablar de este cuarteto alejandrino en el cual me incluyo)
Los poemas aparecieron en el blog anterior y ya desaparecido y, en homenaje a mi amiga Almena, que me dice cuánto le gustan, volveré a mostrarlos en este Jardín. La música, la pintura, los gestos...todo lo poliédrico... Algo sentimental el libro, lo perdonaré de todos modos...Aparecerán los textos según el orden del libro. Y lo acompaño con un tema, en Mi música (columna de la izquierda), de Lee Ritenour; es una lástima no haber encontrado su Etude.

© S. Banerjee

ETUDE
(Guitarra de Lee Ritenour)


Dejo en el cristal el cerco de la taza de té...
¿acaso me lo limpiaría el duende de los cuentos
con su hojita de lechuga y el bastoncillo para
despertar a las hormigas?

Soy de la dilación de las acacias
que toman el té desaseadas y rezagándose
con el último cerco del invierno en el cristal
de la mesa:
se esperan a que pase el desconcierto,
a que los pájaros enronquezcan tan excitados
que si me quedo quieta me tapizan
la hierba, los vestidos animales.

Me tomaré despacio la taza de té besando
el musgo que termina su día de vida como
una vieja carta de amor.

Ya no es flexible, anfibia
mi corteza, y el duende reconoce que estos rayos
de sol son traicioneros y no sabe impedir
que las hormigas conduzcan un coche más valioso
que una novia de espuma enjoyada con dos gotas
de la esencia que aclararía el río.

Y cuando beba el té quizá me peine, quizá bailen
los brotes de mis hojas con el viento del oeste
y un pájaro atrasado, excitado,
una antigua amistad, alguien que templa los sonidos
de nuevo...

martes, enero 16, 2007

Más poemas sueltos


© Barnett Newman


Continúo con poemas publicados en diferentes revistas. Para el texto siguiente me acerco a otro de mis pintores preferidos, Barnett Newman . Blogsin eligió para una entrada en su blog ( Sirocco: aparecido en los enlaces) otra de sus pinturas. Y para acompañar suavemente: Tárrega. Ahí, en la columna de la izquierda.




Hay una medida
en la calma de los riscos que callan
sucesiones de lluvias, escarchas y solanos.

Frente a mi casa marcan los metrónomos
su cadencia de luz
sobre la carretera,
sobre el rodar que, aprisa, llega y desaparece.

Hay una medida
minuciosa y exacta que me va separando
del pasado,
de las otras escuelas donde aprendí el color
con que a veces se cubre mi vergüenza.

Es la monotonía del porvenir rendido,
de la historia de siempre que da a la soledad
su rostro verosímil, su inclinarse hacia el tedio.

Pero hoy,
precisamente aquello que me va separando
del pasado,
precisamente el ritmo que ordena mi palabra
y sabe el vanidoso despertar de los días,
viene como si fuera algo no calculable:

Al abrir la ventana
los últimos jazmines mueven mi japonesa.

Al abrir la ventana
los albañiles hablan del gato del domingo
y los patos del puente son graciosos y tontos
y dicen las campanas lo que ocultan las tumbas
de tantísimos santos.

Al abrir la ventana
la medida del tiempo me impone su latido.
Me siento el corazón, me tomo el pulso
y con la luz que canta de la calle
peino disimuladas canas de la desdicha
y me digo que es tarde
para llorar el paso de la ausencia.

Quiero vivir,
aunque parezca raro a estas alturas.

Hoy quiero vivir tanto
como Hawking midiendo
un agujero negro de preguntas,
como el masai midiendo los tímidos antílopes
por su rastro de orina y flores aplastadas.

Y es que quiero vivir lo que se empeña
en hacerme vivir mientras me desordena,
me mide, me enajena de la muerte
y me va consumiendo sin medida.



© Barnett Newmann

sábado, enero 13, 2007

Isabel Vera




Cuando Isabel Vera me invitó, hace ya tiempo, a visitar su estudio en una pequeña localidad cercana a la ciudad no me pude resistir. Entrar en el taller de un pintor es algo casi sagrado; se percibe el proceso, con ojo avizor y atención (apasionada por mi parte), se presiente el aire que crea y, sobre todo, se huele el trance, el silencio creador...ah, ese momento donde todo da igual y las despedidas son meros títulos de poemas o de pinturas, y las promesas para que el olvido no hiera son sólo un juego...




Fui a esa localidad una tarde de otoño y tuve que esperar en la plaza a que Isabel llegara para conducirme a su espacio, porque éste se situaba a las afueras. Era en una finca enorme; los Montes de Toledo azuleaban próximos y el blanco que conformaba el núcleo urbanizado de esa extensión daba un aire tranquilo y bello al paisaje. Nos bajamos de los coches y hablamos del trabajo que daba la finca y el de su pintura; Isabel estaba contenta porque había finalizado la tarea para la inminente exposición, y la conversación transcurría con la luz del atardecer y la serenidad. A lo lejos se divisaban, en una pradera, varios caballos. De pronto ( sé que fue cuando descubrieron a Isabel), los animales levantaron la cabeza y comenzaron una carrera hacia nosotras. Estaban lejos pero ver cómo se acercaban fue algo tremendo: seis u ocho caballos aproximándose, cada vez más enormes, el sonido de sus cascos, gigantescos...ah...Yo me acerqué a la pintora y me "pegué" a su brazo casi paralizada por la impresión...Y es imposble contar cómo pasaron ante nosotras, Isabel reía, los saludaba... casi nos rozaron... tan fuertes, tan potentes... el olor, la energía...




El poema que sigue apareció en el catálogo de aquella exposición.








Domina Curatrix Animae


Mezclar con la madera la materia
de sangre mineral y sin embargo
viva;

estratos femeninos enterrados
que conservan aún el agua, el viaje.

Y sacar de ese barro las señales
de algo que estaba ahí, que todavía
está:

criaturas reptando,descubriéndose,
indicios de la Diosa despertando.

Cuando emerge su boca, cuando vuelve
la Diosa a convertirse en carne y rueda,
y no deja tranquila la mirada
y no permite el cuero del olvido,

es que hay una mujer
amando a los caballos,
torneando vasijas oferentes
bajo un cielo amarillo que presagia
Visitas desde lejos,
desde aquellos lugares
fenicios y marinos.

Es que hay una mujer
descifrando los rastros en la tierra.

Yo la he visto leerlos con las manos,
excavar hasta herirse,
hasta encontrar el fuego.

Estuvieron las yeguas inquietándose
y regresó en la noche la memoria.

jueves, enero 11, 2007

Una rareza...

© L. Calapai


No sé cómo bajar música en el blog (pongo enlace proporcionado por Miguel, un lector muy amable)....Da igual, quizá la pieza que da nombre a mi texto (también poema convertido en enloquecida prosa) es demasiado extensa para ello: LA VALSE, de Maurice Ravel. Algo diferente, algo mágico.


El poema apareció como regalo de verano en una de las revistas Hermes y está dedicado... pero la dedicatoria que quisiera escribir se esconde en la música. Y ya lo sabe la persona, sí, lo sabe, que recibe mis palabras caracoleantes.





© A. Carloto





LA VALSE, de Maurice Ravel


Es verdad lo que ocurre cada noche en la plaza, escucha a quien lo cuenta, quien va de madrugada tomado por mis uñas de modelo desnuda.

Una chiquilla ofrece las palmas de sus manos al hombre de los hielos y dos llamas azules le roban el descanso. La niña le permite calentarse en sus muslos.

Una mujer alcanza las ramas de los árboles para hacerse un vestido; le sobran los recuerdos, los hijos que ella diera al frente de batalla, y comienza sin música a bailar y me mira.

Un camarero rompe los vasos en el rostro de aquel que se negaba a abrir su pecho, a darse a un instante de furia, a ese instante de río enroscado en los brazos, irguiendo el sexo duro de los hombres amables.

Un anticuario sabe que me siento a su lado y prepara una silla, un plato de diamantes o la corona inglesa. Les dice a sus amigos: callad, la siento cerca, no viene de hechicera, ni de muerte, ni estéril. Sólo quiere comerse lo que ya hemos perdido.

Y un niño dice a un sastre puntadas en la noche maliciosas, mundanas. Y otro niño trampea los tacones de agujas de tontas señoritas…Ellas exclaman: ¡Oh, si estoy descalza! ¡si he encontrado un amante con ojos de mujer!

Pronto, pronto, la plaza se llena de animales, de antiguos sacerdotes con llagas en la frente, de funcionarios rojos, de países absurdos, de escultores lisiados, de panteras humanas, de donjuanes de cera, de víctimas mordidas en camas detestables, de dolor y de gozo,
de vida que se arrasa con su propia impaciencia.

Giran desordenados, giran rompiendo un sueño, giran y se desprenden de sus viejos amores. Y yo bailo con todos, y los beso, y me crezco. ¿ Ya me has visto, invisible, seducir a tu esposa, quitarte su cintura, su tímida promesa?

Pues entonces, ¿qué queda sino bailar contigo?

sábado, enero 06, 2007

Más pintura: Eduardo Beato II

© Eduardo Beato

En esta exposición, diferente a la referida en la entrada anterior, Beato nos presentó sus pinturas desbordantes otra vez en la luz, pero trabajó con pigmentos y/o materiales como arena, telas, etc., junto a los usuales en pintura.

El poema que muestro está corregido ahora. En su origen, cuando apareció en el catálogo, llevaba un formato más clásico en poesía, versos separados, medidos, etc., ...ahora, para la entrada de hoy, lo he transformado en una especie de rara prosa poética.






ACTO DE MAGIA

Se envolvía la arena con tejidos de hielo silencioso y antiguo. No tenía mirada, ni respuestas al mar porque le diera formas, estaturas de un sueño. La arena, sólo huesos de pájaros-reptiles que estrenaron los días de lluvia en las secuoyas gigantes, cuando niñas, cuando los ríos eran dominio de volcanes y de lunas.

Y ¿qué hacía la luz?

Crecer y no saberse, buscando las texturas que le dieran memoria. Asustaba a los hombres con su risa de fuego, quemándoles los ojos, diseminando heridas en la piel de los peces y pidiendo, sin tregua, hilos que la enraizaran al corazón de música de hermosas criaturas terrenales.

Pero vino de lejos,del agua, un alquimista, un hombre que sabía cómo nombrar el nombre de colores secretos y cómo enamorarles del lienzo que quería abrazarlos.

Se inclinó hasta la arena, recogio el aleteo de las aves dormidas, y se dejó la arena mezclar con el aceite, y sonreía al irse transformando en siluetas humanas, en edificios mágicos, irguiéndose, elevándose desde su lecho frío.

El hombre tensó el arco y dirigió su flecha: arrebató a la luz de su viaje ciego. La luz se abandonó a un asombro de carne, y el hombre la besó antes de desbordarla de vasos o columnas,antes de darle un cuerpo, una espesa caricia. Ella habitó los poros gozosos de la arena y fue su descendencia tanta policromía lejana de la muerte.

El alquimista se separó unos pasos, detuvo su pincel, su solitario gesto, y el mundo se asomó por la ventana para dar movimiento, para poner su firma de múltiple escritura al milagro final.


jueves, enero 04, 2007

Más pintura: Eduardo Beato I

© Eduardo Beato

Ahora, la atención para el pintor toledano Eduardo Beato, del grupo Tolmo , compañero y amigo. En realidad mi admiración no va dirigida sólo a él sino a todos los componentes de este colectivo. Y, si algo ha imantado esta ciudad donde la luz y la sombra tienen vida propia, es la metálica llamada de la pintura.


Las imágenes pertenecen al catálogo de una de sus exposiciones y el poema que sigue apareció con ellas.



© Eduardo Beato

Con un temblor muy dentro de túnel y de cirios,
de posturas yacentes,
de los huesos que están desmenuzándose,
de oscuros bisbiseos,
de conquistas de mármol
de ejércitos temibles.

Con un temblor muy dentro, del incienso y las húmedas
plegarias vengativas:
la muerte en pedestales
y en banderas, dudosos relicarios
y en coronas.

Pero fuera… ¿qué hay fuera?
¿Qué resplandor ensancha tanta plaza?
¿Qué desbordado tinte
hace dorado el aire,
suaviza la pupila
después de ceremonias
de tristeza
y convierte la piedra
en materia pagana?

Esa luz que no quiere entrar, la luz preciosa
de la región de la bruma,
luz libre que equivoca juramentos de reyes,
que no promete nada
y sin embargo insiste y curiosea
los pliegues de los mantos,
las leyendas aciagas.

Esa luz del pincel que inventa y abre
un nombre para un dios
o sólo el mediodía.

La luz de tu deseo,
la luz de olor, de música,
el deseo
cuando la piedra niega,
la iluminada piedra,
lo que dentro
yace, va consumiéndose bajo el rencor del polvo.

martes, enero 02, 2007

Para el Año Nuevo, aún Alberto Sánchez


Los textos que aparecen a continuación son los poemas incluidos en el Catálogo publicado para el homenaje referido en la entrada anterior. Después de leer Palabras de un escultor, ¿qué otra cosa podría escribir? La comarca conjurada, La Sagra toledana...








VARIACIONES DE LA MIRADA SOBRE LA COMARCA DE LA SAGRA


1.- Verano

El yunque del calor, la mano tórrida tronchando el delicado pensamiento de las espigas.

El yunque del calor, un meteorito, secando hasta la sangre del cantueso, desnudando en la sed a las culebras.

A las tres de la tarde salen brujas,
muy pequeñas,
voraces,
alimañas,
y es que no hay ningún muro ni oraciones y el miedo abrasador las encabrita.

Y el silencio…
El silencio, de pronto, en tolvaneras que el viento encaprichándose lo aloca para cubrir de polvo la llanura.

…………………………………………………..

En medio de la nada está la casa y en su zaguán de sombra se ha sentado una mujer, sonríe: el sol no puede traspasar el umbral de su memoria.

Y suda… y separa las piernas dándose aire con el borde caricia de su falda.

Ella sabe su nombre,
el sol no puede hurtarle de los labios su deseo.

Ella sabe su nombre,
el nombre tuyo.

Se sonríe despacio porque espera a que digas su nombre y que la mires y acerques a sus labios todo el agua que traes como un alumbre entre tus dedos.




2.- Otoño

Lo que pide la tierra es ir despacio,
emocionada, abierta la mirada,
rojo como esa tierra tu sentido.

Del rojo al ocre oscuro, las perdices
cruzan la carretera presumiendo
de cómo señoritas tan huidizas
provocan y se esconden sin volverse.

A lo lejos antorchas despiadadas
llevan hasta las lindes los rastrojos
y se abalanza el fuego en hendiduras
de carne hecha de harina prodigándose.

Y arden pequeñas brujas del verano
brutalmente cubiertas de pavesas
y si fueras despacio escucharías
un gemido de paja con el humo.

Pero ¿aún no te he dicho que la luz
pacta una tregua azul con el otoño
y se desviste, ociosa, si en septiembre
las vírgenes escapan de los templos?

Una fiesta de pueblos pretextando
el ciclo de la tierra y las cebollas,
la asombrosa pasión que da la lluvia.

¿Y te he dicho que es lento el declinar
de la belleza,
que es lentísimo el beso de la luz
rodando por los campos, despidiéndose?

Regresa desde el norte de la bruma,
del viejo exilio torvo del olvido:
recobrarás despacio tus dos ojos
y amarás a mi modo la comarca

con amantes de yeso en vez de árboles.



3.- Invierno

Los gitanos acampan a los dos lados de la carretera con telas deslucidas, viejos coches y galgos dormitando alrededor de un fuego clandestino.

Y los negros aguardan sin sentarse en los bancos de la plaza un dinero menor por el trabajo helado de sus hombros.

Así responde enero a la mañana.
¡Qué remedo de luz, qué blanca ausencia!

Me acordaba de ti cuando he cruzado la niebla perniciosa: almidonaba escarcha, se adhería a cuerpos reventados de los gatos que quisieron correr una aventura.

Allí donde pelean las urracas
hay un cuerpo mezclado con el humus.

Me acordaba de ti porque la niebla truncaba la pirámide de un cerro pelado y aplanaba de distancia imposible la llanura, horizonte borroso con el hielo,

ni triste,
ni maligno,
ni viviente.

Si hubieras esculpido una mujer tendida por el campo más que mujer sería ese silencio de fantasmales pechos ateridos.

Me acordaba de ti…¡
Qué remedo de luz, qué aire de hierro!

Así responde enero a la proeza
de levantarse, herirse, e ir muy despacio.



4.- Primavera

Primero resucitan dos almendros con su pliegue rosado, femenino
a la vez que en la escuela
hay un aire nervioso,
unas ganas de risa…
cuesta mucho
ir despacio, vestirse precavida, no querer escuchar canciones mágicas.

Hay un aire nervioso,
un aire dando tumbos
como un bufón tan verde e insensato que va cayendo al río Guadarrama
y el río despabila su estatura
para la muda tierna de la orilla.

Un pájaro parece que es un pájaro mientras bebe del agua,
gorgotea
y levanta su vuelo
y se enamora.

Bandadas de torcaces
ensayan su zureo no tan tímido y navegan rozando la cebada
porque es un mar de hierba esta llanura
con islas de amapolas
trucándole a la muerte su cuchilla.

Y una mujer inventa la alegría cuando corre mostrando su pañuelo;
lleva el dolor cosido de la tierra
pero ahora se olvida a carcajadas.

Dime lo que tú sientes…

Yo siento al corazón cambiare el nombre:
se está llamando Alberto
o Miguel de pastor, o Alberti o Pablo,
cualquier nombre que huela a primavera
y a pliegues femeninos
en tus dedos.

















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Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
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