sábado, noviembre 27, 2010

En Hermes VII

El silencio habitado de las casas, de Matisse


      MOMENTO


      Hablas

      y una palabra a punto de perder…


      entonces enmudeces,

      la mano se paraliza en su bucle,

      -esto debe de ser el Paraíso,

      piensas-

      un niño juega a repetir la ley

      del rayo y su reflejo

      y la porción de tierra roturada,

      detrás de donde juega

      el avefría,

      desmenuza crujidos con la escarcha.


      Cierto olor,

      -qué deseo me trajo hasta aquí,

      piensas-

      una luz que se vincula al olvido

      sobre el hombro

      de veintiún niños que aún mantienen

      el olor de su madre

      amorcillo que reposa en el lomo

      de la fiera,

      pequeños adalides de afilados

      instrumentos.


      Vas

      desapareciendo,

      oyes

      el carillón que disemina un ángelus,

      -son creyentes, atesoran, pronuncian,

      piensas-

      si acabaras de desaparecer

      enmudecida, lenta, otro te re-

      emplaza

      y nadie, ni los niños... no se percibe

      el cambio.

viernes, noviembre 19, 2010

VI En Hermes




    MELANCOLÍA DEL GUERRERO


    La terracota es la misma textura que la fidelidad o la muralla de Shi - Huang - Ti.

    Durmió de pie enterrado junto a un cuerpo.

    Sostenía las riendas del caballo quieto en la mansedumbre de la espera para por fin amarse en la batalla.

    Venablos centinelas en los ojos, célula de un ejército expectante, la corpulencia sin agotamiento, precede a un amo, atento a un amo en sombra.

    En las tierras de Xi'an del jade augusto las alas de los pájaros azotan su rostro acostumbrado a las raíces.

    Ha vuelto de un idioma funerario, de la edad en que aquellos sostenían cien años a su espalda y eran jóvenes.

    Ha vuelto a la contienda desde el fondo.

    Vuela su pensamiento en los fantasmas.

    Una remota causa, otras fronteras, otra provincia ahora lo ha exhumado.

    ¿Qué fue del adversario que alentaba las vidas enemigas de su escudo? ¿Qué tártaros jinetes se le enfrentan con un grito de guerra entre sus dientes?

    Perplejo como tú, contempla inmóvil.

    No entiende los sonidos; es tu dedo que acaricia su labio, le regala un resto belicoso al mediodía.

domingo, noviembre 14, 2010

En Hermes (V)


      FLOR MAPPLETHORPE*


      Traición del primer plano en el perfil

      que apuntalas…


      sabemos

      del enemigo en la retina, lee-

      mos en la escarcha, en el irse quemando.


      Pero, cuándo comenzaste a envidiar

      aire efímero que consigue hallarse

      limpio de tiempo, distante,

      roca en las campanadas y surgente

      una y otra vez

      para ser mirado,


      cuándo comprendiste que trocarías

      lo que fuimos sabiendo de tu página

      por ese gesto de la flor invicto,

      ese pliegue mojado, tal peciolo

      unido al excremento sin rozarlo,


      ese estigma cremoso todo labio

      y ese estambre

      ensimismado en su propia hendidura.


      Pues nos traiciona lo que breve muestra

      su apariencia, su desnudez constante

      del aliento


      y nos traiciona en su quietud estéril

      o memoria,

      no obstante ahí, brillante,

      sin motivo.

      * La fotografía es de Robert Mapplethorpe

domingo, noviembre 07, 2010

Otro poema en Hermes (IV)


MARIPOSAS MONARCA


Para octubre vuelven tus muertos desde el Norte.


Los ves una mañana blancos, posados en las ramas, impacientes, aguardando balcones abiertos, puertas sin cerrojos, tragaluces.


Una mañana invaden habitaciones silenciosas, la dirección que ocupa tu aire solo y reconocen objetos bajo un olor que permanece:

su platero con la vajilla de los esponsales, el escritorio de escondidas declaraciones, acaso la cama de níquel, el espejo donde ahora no se perfuman, y gesticulan excitados

y huelen la caja con la punta de flecha del desierto, el dije, algún pendiente, aquel ex libris pálido, ese botón que dieron por perdido, menudencias.


Y te rodean ínfimos, gráciles y blancos, a cientos, parientes nacidos en el Norte, murmurando otra lengua, más esbeltos quizá, apasionados, parlanchines, unos cantando,

los demás prefirieron bailar.


Hijos muertos de muertos, se parecen a ti.

Nunca has estado sola, dicen.

Tu inclinación al baile sobre el hielo, tu mañana un día de octubre, el modo de vestirte, el lado de la cama cuando duermes, tu palabra, tus ojos imperfectos,

tu boca

y tu legado

y tu nariz.

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Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
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