domingo, agosto 31, 2008

XXIV Poemas en Hermes (Revista nº 9)


MAPPLETHORPE




      L´estro armónico


      Qué descanso no reconocer larvas
      del corazón romántico: burbujas
      que hacen ¡plaf! cuando las rozas, paisajes
      demasiado lunáticos, palabras
      que emocionan al público, que hieden
      melancólicas.

      Qué descanso repetir una frase
      hasta excederse,
      despreciando las imágenes, yendo
      sin principio o final, sin la dulzura
      de tenues candencias o películas
      en África.

      Qué descanso transformarse en las cuerdas
      virtuosas.
      Sólo malabarismos con el arco
      o la guitarra acorde con el clave.
      Sólo un allegro ajeno a otro sentido,
      sólo ajedrez jugado sabiamente.

      Qué descanso la tenaz armonía
      de una pasión
      doblegada
      a un orden que penentra en el desorden
      hilando tracerías de sonido
      que se pierden en sí mientras desbordan
      el orden más y más diseminado.

      Como mi nuevo gesto en el espejo,
      como mi vida nueva al otro lado.

martes, agosto 26, 2008

XXIII Poemas en Hermes (Revista nº 9)

¡¡Qué complicado ( no sé hacerlo, francamente) me resulta escribir este poema que apareció en la revista nº 9!! Va en dos tipos diferentes porque son dos poemas, que son uno, que son dos... así que he convertido el poema en imagen, cosa muy sugerente también, y que antes no se me ocurrió. Para verlo en mayor tamaño nada más hay que pinchar en él.



miércoles, agosto 20, 2008

XXII Poemas en Hermes( Revista nº 9)


Una pintura de Méndez Sadia



      El amante

      Me recuerdan Su rostro
      ahora que hace siglos desde entonces.

      Me recuerdan Su rostro y no sé dónde vive
      qué perdón y qué máscara le dieron el sosiego.

      Ahora que hace un siglo
      Sus ojos en los ojos más lejanos:
      cruzan la calle,vienen,brillan en su secreto
      como si me mostraran Su secreto,
      como si fueran sabios y supieran Su nombre.

      Será porque este tiempo cicatrizó la herida;
      sólo es inmune el hielo a la luz intocable
      y,más allá, Neptuno guardando lo que fuimos,
      redondea su rostro de planeta extinguiéndose.

      Confundo Su chaqueta con el pliegue
      de un hombre contenido por su propio silencio,
      desoriento Su prisa
      y corro hasta alcanzarlo y nunca es Él.

      Será porque he mezclado mi amor con los olores
      de Su sudor, Su pelo, o porque me parece
      que Él inventó en mi cuerpo los mejores abrazos
      y que me rescataba del nido del no ser.

      O quizá es que ha llegado el tiempo indiferente:
      igualo su recuerdo con las sombras
      y puedo demorarme soñándolo a mi lado
      antes del gran instante lujoso del olvido.




jueves, agosto 14, 2008

XXI Poemas en Hermes( Revista nº 8)























      Fantasma en el Claustro de Santa Cruz




      Tú no estabas aquí pero la niebla decolora el cielo como un cuenco de leche.

      Era un niño... Tú no estabas aquí aunque es un niño que desenceniza tanta pereza del otoño y corre espabilado alegrando la piedra. Cobarrubias termina su compás. Los criados descorren las cortinas y el arquitecto piensa esconder en la piedra una flor, un afable murmullo.

      El fresco desdibujo de las horas más claras, el despertar de un pájaro, el cercano gemido de un enfermo... Este viento que llega reptando y averigua la voz del niño igual que un dios insólito.

      Porque le han regalado la primera naranja del otoño tal como rosa nueva e inconsciente, vencedora de signos y atauriques.

      Y queda su perfume tatuado sobre los corredores, sobre el airoso lienzo de los muros, sobre la luz que es blanca y mirador.

      Tú no estabas aquí y sin embargo escuchas la invisible mañana, la invisible permanencia del súbito regalo.

      Tú no estabas aquí y cruzas el silencio persiguiendo la sombra de aquel niño - y quién le dio la fruta, qué sueña el arquitecto-, quedándote sin aire en el asombro, mirando de reojo el brazo oscuro detrás de la tristeza de las tumbas labradas.

      Entre tanto del día hay un sonido que colorea el aire, que incrédulo se impone y te recobra y cubre los secretos, los antiguos secretos naranja de las cosas.

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viernes, agosto 08, 2008

XX Poemas en Hermes( Revista nº 7)

Una acuarela de José Antonio G. Villarrubia: La puerta de Antequeruela


      Hay una medida en la calma de los riscos que callan sucesiones de lluvias, escarchas y solanos.

      Frente a mi casa marcan los metrónomos su cadencia de luz sobre la carretera, sobre el rodar que, aprisa, llega y desaparece.

      Hay una medida minuciosa y exacta que me va separando del pasado, de las otras escuelas donde aprendí el color con que a veces se tiñe mi vergüenza.

      Es la monotonía del porvenir rendido,de la historia de siempre que da a la soledad su rostro verosímil, su inclinarse hacia tedio.

      Pero, precisamente aquello que me va separando del pasado, precisamente el ritmo que ordena mi palabra y sabe el vanidoso despertar de los días, viene como si fuera algo no calculable.

      Al abrir la ventana
      los últimos jazmines mueven mi japonesa.

      Al abrir la ventana
      los albañiles hablan del gato del domingo y los patos del puente son graciosos y tontos y dicen las campanas lo que ocultan las tumbas de tantísimos santos.

      Al abrir a ventana
      la medida del tiempo me impone su latido. Me siento el corazón, me tomo el pulso y con la luz cantando de la calle peino disimuladas canas de la desdicha y me digo que es tarde para llorar el paso de la ausencia.

      Quiero vivir, aunque parezca raro a estas alturas.

      Hoy quiero vivir tanto como Hawking midiendo un agujero negro de preguntas, como el massai midiendo los tímidos antílopes por su rastro de orina y flores aplastadas.

      Y es que quiero vivir lo que se empeña en hacerme vivir mientras me desordena, me mide, me retrasa de la muerte y me va consumiendo sin medida.




lunes, agosto 04, 2008

DEDICATORIA

No pego imagen, sólo música, mi preferida, es que me encanta, y texto.


Me detengo en Hermes y miro a mi alrededor y dedico:


Para Carlos, Ángela, Manolo, Guadalupe, Nacho, Paloma, Antonio, Pilar,Inma, Juan Pedro, Gorka (reconozco que ya le dediqué el texto varias veces, él sabe...), Blanca, Marce, Francisco, Gerardo, otro Manolo (de Zamora, mi querido amigo), Concha, ah, Concha...en fin, nombres reales que esconden nickes, nombres reales y cercanos detrás de las tardes de invierno en un chat. Seguro que me dejo nombres, lo siento, no es olvido intencionado... Ah, y también para una montaña...Ya no me habla de la luna.





LA VALSE


Es verdad lo que ocurre cada noche en la plaza, escucha a quien lo cuenta, quien va de madrugada tomado por mis uñas de modelo desnuda.

Una chiquilla ofrece las palmas de sus manos al hombre de los hielos y dos llamas azules le roban el descanso. La niña le permite calentarse en sus manos.

Una mujer alcanza las ramas de los árboles para hacerse un vestido; le sobran los recuerdos, los hijos que ella diera al frente de batalla, y comienza sin música a bailar y me mira.

Un camarero rompe los vasos en el rostro de aquel que se negaba a abrir su pecho, a darse a un instante de furia, a ese instante de río enroscado en los brazos, irguiendo el sexo duro de los hombres amables.

Un anticuario sabe que me siento a su lado y prepara una silla, un plato de diamantes o la corona inglesa. Les dice a sus amigos: callad, la siento cerca, no viene de hechicera, ni de muerte, ni estéril. Sólo quiere comerse lo que ya hemos perdido.

Y un niño dice a un sastre puntadas en la noche maliciosas, mundanas. Y otro niño trampea los tacones de agujas de tontas señoritas…Ellas exclaman: ¡Oh, si estoy descalza! ¡si he encontrado un amante con ojos de mujer!

Pronto, pronto, la plaza se llena de animales, de antiguos sacerdotes con llagas en la frente, de funcionarios rojos, de países absurdos, de escultores lisiados, de panteras humanas, de donjuanes de cera, de víctimas mordidas en camas detestables, de dolor y de gozo,
de vida que se arrasa con su propia impaciencia.

Giran desordenados, giran rompiendo un sueño, giran y se desprenden de sus viejos amores. Y yo bailo con todos, y los beso, y me crezco. ¿ Ya me has visto, invisible, seducir a tu esposa, quitarte su cintura, su tímida promesa?

Pues entonces, ¿qué queda sino bailar contigo?

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Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
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