lunes, febrero 26, 2007

LMDF XVI









Deseo

Te sostengo con la demora de una cálida energía.

Soy un aire que duerme en el futuro, que no se envejece con la impaciencia de una muchacha violeta, acalorada, aguardando una llama que no volverá jamás a convertirla en fuego.

Te sostengo con la precisión del leve niño sujeto a la cintura de su madre. Puede la arena que requema dañarla en la planta de los pies o el escorpión rastrearla en sus sandalias. Ella sólo se tiende cuando el infortunio se separa de un abrazo al pecho diminuto que la erige como una fortaleza inexpugnable, como un templo de guerreros.

Yo soy una columna vertebral, un titán obstinado que mantiene el esmalte en tu boca para decir que el mundo continúa asustándote y luego llamándote, invitándote desde su frágil y misteriosa piedraimán o jilguero o palabra que juega.

Soy un tallo que empuja tu brazo, soy una margarita que camina sobre la ceniza de cuerpos anteriores, abrasados pero consintiendo todavía más furia enamorada.

Yo soy tu puerta abierta,
todo el agua del mar en la gavota de Juan Sebastián Bach.

Mientras yo te sostenga
soy la singladura que no cesa, la voz que te insinúa, la sed que te equivoca y la mano murmurando los cambios en tu rostro.

viernes, febrero 23, 2007

LMDF XV




La imagen pertenece a PILAR BAMBA. Me gusta su pintura. Es la segunda vez que la admiro en el blog, públicamente. Y le agradezco su interés.






Elegir una música de fondo es de lo más relativo...¿por qué no India Arie?


Piromancia II

En las naturalezas muertas
distingo
el cabello que fue olvidado:
desvía el equilibrio y surge
un tarareo, un golpecillo
que corrompe la perfección,
y el ave cazada, la fruta
arrancada de su declive
abren sus ojos al asombro
pues queda un hilo sin arder,
algo que simulaba frío.

Percibo
que no todo el atrevimiento
de la abeja se domestica
sobre la flor que aparenta si-
lencio;
un encarnado punto mínimo
repite su canción salvaje
mientras liba
y en la flor, una oculta luna
crepita, espera a que el desorden
asole la serenidad
como un volcán que parecía
extinguido.

Veo
la mañana dominical
plegarse sin incertidumbres:
se está moldeando a tu patio,
lame las ociosas y suaves
macetas, el rumor cercano
del café... suenas la satara
para encantar a las tres cobras
que reptaron
a tu cama
cuando la noche fue la arena
que se adhiere al cuerpo... sudaste
y la sed se tendía junto
a ti,
te acariciaba, tú sabías
quién era.

Crees que la mañana lava
esas señales en tu piel,
que las tres cobras se asustaron,
que la luz irá revelando
la verdad
igual que una niña despreo-
cupada.

La claridad es una mecha
invisible, llama que baila
porque te miente ahora, miente
iluminando tus rosales,
azucarando tu café,
apaciguándote los muslos,
oliendo a calma, a la certeza
de una mañana sin peligro,
sin el rostro detrás que intenta
apoderarse de tu sueño.

En cualquier instante querría
dejar de bailar y acercarse
a ti con el fuego en las manos.

Hay una música que vibra
bajo las vestiduras plácidas,
bajo la familiaridad
de lo tranquilo.
Detrás de la mañana, bajo
la luz,
ardiendo.


martes, febrero 20, 2007

LMDF XIV

Me parece mentira, a veces, este poema...por mi mano. Habrá que releerlo cuando quiera dormir.

Georgia O´Keeffe, la perfección de la sensualidad y el secreto...ah y esa extraña impostura de Anglada Camarasa. En ocasiones lo decadente da lecciones de futuro. De todos modos me encanta, ea.





Y otra sensualidad, Chris Rea...cómo me gusta este tema. Para compensar la supuesta melancolía.


Composición de la melancolía


Hubiera terminado
aplastando ramitos de romero en el libro
de las resignaciones.

El sentido común me mostraría
los planos de un castillo de iceberg
y su temperatura, disciplina
del letargo,
remataría torres defensivas
y cerraría alcobas que conservan
el licor que despierta al paladar.

Hubiera terminado
comprobando el piano cuando la fiesta
de final de curso, distribuyendo
antifaces de una velada al año
donde pueden rozarse las caderas y los padres saludan
desde el Ártico,
donde conviene hacer proposiciones,
donde los concejales han cedido
limonada,
cortinas de lunares para jaulas.

Hubiera terminado
llamándome rapsoda en los bautizos,
dejando de fumar, pensando básculas,
moviendo el abanico,
seduciendo.

Pero un licor desde la niña rubia,
un veneno que fosforece incluso si las tardes afinan
los laúdes
en las ciudades
de la melancolía...

y me arrepiento de beber de golpe,
y me arde la encía con la mostaza
oscura,
y me quejo
de la soledad que hierve en el líquido,
me quejo, me arrepiento de no haber sido cauta,
complicada...

Un licor, un veneno que desgarra
en lo que vierte,
que horada congeladas superficies, caldea el comedero
de las focas,
llama en Islandia al barro al rojo vivo,
se mete entre mis dientes, desocupa
muertos,
vuelve vapor verdades razonables
y luego,
en el vapor,
va trazando mi nombre y se desliza
su dedo en mi garganta,
va arañando,
va posándome un nombre en la garganta,
y llega a mis pulmones
y allí expele la peligrosa miel,
la muerte dulce,
y no alcanzo a morir sino que rasgo
respetuosas sedas
y te doy a beber...





Ah, y un té para dos...no, para compensar la supuesta melancolía, mejor un té para tres...






domingo, febrero 18, 2007

LA MÚSICA DEL FUEGO XIII



Una misteriosa fuerza en Georgia O´Keeffe, pero también en la sonrisa de la condesa pintada por Federico de Madrazo. Para mis amigas este poema.






        Y también el regalo precioso de la Variación Goldberg nº 2.



Femeninos

La mañana que reconquista el hielo cuando he escapado

de mujeres que hablan
de la amistad.

La luz en mis oídos mientras callan las chimeneas

de las tentaciones.

La invisibilidad del sedimento que se deposita

en tu negativa.

El arma blanca que muestro al temido adversario

de nombre Confidencia.

La muñeca izquierda que recolecta lluvia en junio

porque no bebes de otra
fruta.

La impresión del fantasma de la casa del sexo

disolviéndose, borrándose.

La faz de ese fantasma, su cal huera, su cáscara,

su cinturón vacío.

El ala izquierda de mi espalda, luego la derecha,

la garza poderosa
al elevarme.

La mujer que confunde los secretos con una sabiduría

arriesgada.

La mañana en el altar de la piedra si alguien llega a tus ojos

provocando
un temblor.

El alma de la luz en la silueta que cruza tu elegante negativa.

La estrategia cuidada de la luz. No existe la memoria

sino el claro
violín de mi palabra.






jueves, febrero 15, 2007

LA MÚSICA DEL FUEGO XII


Jesús P., mi cómplice y amigo, me dice que alrededor de este poema giran todos los demás. No deja de ser una apreciación de lector lúcido, poeta... una apreciación.






Mi homenaje, con este tema, a una de mis películas preferidas. No digo cuál es...



El astrónomo

Ella
danza tan rápida.

Y él no puede seguirla.

Tal vez la llame Sirio, Aldebarán
o Mil Novecientos Ochenta y Cinco
seguida de iniciales misteriosas.

Danza tan rápida
en la balada de los reptiles vo-
ladores.
Suaves labios cerrados tararean
una antiquísima canción de cuna.
Danza cegada, danza sin moverse
de la estación del sílex,
del zigurat brillando momentáneo
y sin embargo calla
qué fecha se cerraron
los silos de la lava y se detuvo
el viento.

Él no puede seguirla y la ama tanto.

Abre la cúpula en la cima, dista
con un desprecio hostil
de cálidas barbillas o ese curvo
nacimiento del pelo;
la busca más allá de las Hermanas
Kurialya o del Centauro,
la busca aunque no existe.

Danza pero no existe.

Y al mirarla anota en sus cuadernos
que ella es verdad. Le vuelve a dar un nombre,
la acaricia en la noche como al gozo
y le inventa una historia,
la saca desde el giro
del baile,
la desea,
le inventa un territorio donde sepa
tocarla.

Danza tan rápida
que no puede seguirla.

Y anota en sus cuadernos: la he creado.

Alguien le llama loco o es inútil
contemplarla,
perderla cuando el alba.

Y le inventa el idioma con que escriben
los amantes que se aman mientras se aman.

lunes, febrero 12, 2007

LA MÚSICA DEL FUEGO XI

© Poertzel



No pensaba en cambiar tan pronto a otra entrada, sin embargo, después de leer el blog Se descalzan los días... este poema del libro SE LO DEDICO A MESTIZA, creo que ella también es un preciosísimo pebetero art nouveau. La verdad, no hallé la imagen que quería, la de esa rara figura de una mujer que levanta sus brazos con una llama...la he visto, eh, en alguna parte, muy a lo Tamara de Lempicka, que me gusta tanto, quizá también crisoelefantina, pero ésta que vemos me encantó igualmente.


En cuanto a la música, Mesti, te busqué el original cantado por Djavan (por supuesto Flor de Lis no es de Ketama), tampoco lo encontré pero esta versión me place igualmente.





Pebetero art nouveau

Levanto mis brazos ante el espejo,
virgen osezna
que no resguarda su candela sino
que me sitúo,
me estiro en una vertical de altura,
tenso mis brazos,
mi ombligo hasta el recto desprendimiento
de un atlante que yergue su castigo,
y el espejo se abre, es una ventana,
mirada que entra,
saluda, recoge, roba quizá,
y se dilata,
inspira la impureza porque sólo
los muertos son
perfectos.

Mi columna levemente arqueada
no resume la soledad, el tránsito
a la destreza
de soledad,
sino que me sitúo y una intensa
corriente
sube desde la punta de mis pies
dando la vida al río de mi médula,
dando la vida
sube, me electriza,
y en la bandeja blanda de mis manos,
igual que el pebetero de un estadio
olímpico,
se enarbola la llama, soy gigante,
voltearé
este planeta
de reptadores.

Dos palabras que irrumpen, mis dos palmas
desean.

domingo, febrero 11, 2007

LA MÚSICA DEL FUEGO X






Mi homenaje a María Callas. Una noche de verano fue escuchar LA BELLEZA. Cuando recordaba la historia de Tristán e Isolda, Iseo, Yseut, la Isla... Seguía escribiendo La música del fuego.




Existen muchas imágenes sobre los amantes protagonistas de una de las historias más intensas del ciclo artúrico, de La materia de Bretaña. He elegido a Waterhouse.

Este poema es otra de las raíces del libro, desde mi punto de vista. Nadie se engañe al leerlo y figurarse una alabanza a la muerte...todo lo contrario... Es,por fin, el bebedizo...




María Callas canta Dolce e Calmo de la ópera TRISTÁN E ISOLDA de Wagner


Esa rosa que bordé en la batista
porque la niña aún ha obedecido
el trazo de su madre en el dibujo...
Ni el reflejo de la madera ardiendo
la roza con el tiempo que se escapa.

Puede volver la niña a apoderarse
de los relatos de la ciudad que ama,
puede rasgar la tela con la furia
de ver a un hombre tonto abandonándose
a la huida
pero la rosa sigue insolentando
con su belleza el día de la muerte
de la inocencia.

La miro y es un resto de la arcilla
de los once años, de la quebradiza
rama de un árbol muerto, al fin talado,
al fin leña que ahora se convierte
en el color
del bebedizo.

Soñé, cuando bordaba, con tu brazo
dirigiéndose a mí, rompiendo el hilo,
rompiendo el humo calmo de la infancia,
y al fin he muerto, al fin, y resucito
adiestrada en el arte de este fuego
que devora
a la rosa.

La miro y no recuerdo los veranos
del tedio obedeciendo a la cordura.

Tengo una nueva flor que me ha crecido,
una rosa de muerte que dibuja
muerte a mi alrededor, muerte en mi vientre,
muerte por fuego, fértiles vegeta-
les de muerte,
porque querer vivir después de hallarte,
querer domar la rosa en la batista,
es bordar una rosa acobardada,
muerte por no volar, la muerte muerte.



viernes, febrero 09, 2007

LA MÚSICA DEL FUEGO IX


© Daubingny


Con la siega, Harvest, el viejo disco de Neil Young, una música mítica. Ansia y calor.











© P.M. Etienne




HARVEST

(Neil Young)


Huelo a mojado lejos,
como olor a cigarro
que alguien que ya no fuma localiza y aspira
y se resiente
recordando
la estación peligrosa, la calada querida
antes de todo el irse
de su mundo.

Bebo el corazón
de la nube amarilla,
paja de la memoria del trigo cosechado;
lejos, una tormenta,
pero no al otro extremo
de Alabama,
una cortina hilosa.

¿Quién te contó que el ansia
huele a ceniza?

Lejos, donde la nube por fin arrasa perros
de calor y humeante sube un vaho de tierra.

Nunca
refresca esta cortina sino que se impacienta,
enfebrece,
se me hace escasa el agua.

Tengo un olfato fino,
huelo a mojado lejos,
algo que se completa desprende los aromas
del despojo.

Nada es igual después de haber llovido, creo
que han muerto esos dos cuerpos que no deben vivir.

Huelo su muerte,
el veneno
que se bebe de un trago.
La sed respira, vela, es un perro salvaje.

¿Quién te contó que el ansia
mide su quemadura?

martes, febrero 06, 2007

MDF VIII

© Hogan

¡Ah, mi impaciencia! Pero es que, pasando otra página del libro, he llegado a uno de los poemas que es, creo, el primero de los ejes de LA MÚSICA DEL FUEGO. Hay otros también, no muchos, que señalaré en su momento. Cuando escribí Alfar fue sentir una vez más, el deseo intenso, la pasión de los sentidos, el fuego, la llama rescatando de la nada... pero no un fuego loco (por eso titulo así el libro) sino con la música de la alegría, de sentirme viva y danza, tocar las cosas y convertirlas en palabra que arde... Tocar tus cosas...






Ante la imposibilidad de elegir una música apropiada, más que tema he elegido a mi Vivaldi...¿Y para qué conformarse con un solo fragmento? Ah ¿Cómo resistirse?







Alfar

Ha habido remolinos de polvo que aparentan
dibujos espirales alrededor del ansia:
simulan dos serpientes que repiten relatos
de muerte,
después caen.

Después ha habido lluvia, no bocanadas roncas
de fósforo en la noche
sino obstinada lluvia que lima los bancales.

Y en esa arcilla fina que resulta de nubes,
en la tierra lavada que, enmascarada, brilla
sin rastros de un guijarro
de temor como vértebra,
alguien hunde sus dedos,
alguien que vio la lluvia me aúpa, me desprende,
que vio la lluvia y vino despacio, muy despacio,
sabe de cada alvéolo
mío, de las burbujas no mayores que polen.

Sabe darme, tocarme:
me levanta del grumo, me grama como a un pan,
me sujeta en sus palmas
de instrumento lacustre, me ondula hasta ser pelvis
de acompasado tono,
y su alaria me pule dos adivinaciones
del vaso y de la sed,
dos serpientes en celo que danzan sin tocarse.

Y luego me he ahuecado,
y me voy vaciando, y me colmo de un eco,
y me horneo dorada,
y me endurezco dulce.

Y espero a que me lleve a su boca y me lleve
al ansia
y me lleve llenada del ansia y que me lleve.


lunes, febrero 05, 2007

MDF VII



© Pedro Pablo Vaquer

Iméropa es una de las Sirenas, concretamente la que posee una voz que invita al deseo.






Iméropa

Quizá en el sueño
medicinal la escucho.

Llega su lengua desde los cantiles
donde se imantan los anillos, hierve
un caldo primitivo,
anterior a las tiaras nupciales
y la abstinencia.

Yo me creía a salvo
como Vieja Mujer de los navajos,
astutamente hueca
y sabia.

Pero canta,
ella canta maligna,
y lo que dormía para siempre
en mí,
lo que había cedido a las doncellas
llamadas Blancaflor,
lo que se aislaba en el mes de los muertos...

Me cerca su canción
y tiembla el hueso
de mis yemas, el tejido reseco,
el caparazón, la costra, la concha,
tiemblan, crujen, se agrieta
la piel.
Entonces
una punzada,
un dolor casi olvidado, vencido,
un jadeo que apremia,
un saco vegetal, lleno, violento,
expulsando
la simiente...

Esa lengua
que quiere destrozar a las palomas,
esa canción temida
desenterrando un grito,
esa voz que codicia,
esa preciosa voz.

sábado, febrero 03, 2007

MDF VI

© J.A.L. Cooke Oxford Scientific Films


La abeja euglosina existe en un rincón del amenazado planeta amazónico y la orquidea cubo coriantes también, su cómplice, su amorosa enemiga. El poema no se editó así; no he podido resistirme a transformarlo en prosa poética... quizá se debiera haber publicado de ese modo. Es uno de mis preferidos del libro.






Raga del deseo

Ese macho de la abeja euglosina que busca los aceites de la orquídea coriantes para impregnar su abdomen amado por las hembras, hechizando a las hembras,

cae a la trampa espesa de fluido, restos de insectos flotan con sus brazos perdiéndose,

y casi extenuado por salvarse, esmeralda rendida, desvalida -es el fondo el flujo de los pétalos-

escala la garganta que permite que la abeja la invada, y apenas ha temblado la flor cuando la cruza la intrusa enamorándose, porque al seguir lo angosto, húmedo, codicioso, se abrazan a su lomo dos extraños de estambre, -intención de la flor el navegar a un vientre vacío todavía pero expectante, hambriento.

Ese macho euglosina, una vez fuera, si respira, si vive, empapado del líquido se limpia tanta baba que lo envolvió en la trampa; se enjuga y aletea, se repone deprisa, y el peso de los granos se imponen como tabas parásitas y bellas,

hasta que vuela a otra cubo coriantes, ahora femenina, y se repite el óleo del peligro, repite caer, la casi muerte, y sale penetrando, y se quedan los huéspedes que ceñían su lomo, y empapado respira
el ansia;

esmeralda que vuelve sin memoria
a buscar un perfume
y vuelta
y vuelta.

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