viernes, abril 06, 2007

El libro de Zaynab. I´Dar Dunnuní. III .

      © José Antonio Torres Martino





          Tawachi Qudam
          Calamus



          Otra noche sumando las estrellas
          atenta a las pisadas de la calle,
          loca avecilla inquieta en la ciega negrura.

          A la luz del candil
          rimo mis amarguras con las sombras
          como si me marchara de la vida.

          La tarde se pasó con mi hermanita
          moviendo sus ajorcas para hacerme reír,
          susurrando los chismes que oyó de 1a cocina.

          “Pronto te casarás”, me consolaba,
          “y brillarán tus ojos con el kuhl,
          dos diamantes pulidos por el mar”.
          Ella no comprendía, pensó que mi gemido
          era el desasosiego de la fecha.

          La razón de mi llanto es una sinrazón,
          ya no encuentro aleya que la desdiga.

          Llega el alba, se oscurecen mis párpados
          y cuando la mañana avente el humo
          del candil agotado,
          caerá el jardín en una niebla helada,
          mi apreciado jardín,
          ayer en la alegría del color
          y hoy, páramo yermo.

                  ------


                A la espera del agua
                se quemó mi jardín.
                Ya no llueve en la tierra
                que tú hiciste reír.


                ------








        Se ha trastornado oscura esta ciudad.
        La de alminares altos y dorados,
        la de ruidosos zocos,
        mirada atenta de los extranjeros,
        fortaleza de luz
        en los muros dispersados de Al-Andalus.
        Mi madinat querida, Tulaytula*,
        que hasta el país del Tigris
        llegaron sus anales...

        ¿Qué cárceles cercaron su arrabal?

        ¿Qué negro pasadizo,
        más oscuro que aljibe,
        ha cambiado el color de sus granados,
        el verde agradecido en sus colinas?

        Antes fui vagabunda que buscaba,
        mas ya no existe causa de mi gozo.
        Son sombras estas calles,
        las cuestas, las mezquitas,
        y en la muerta palidez del cielo
        vuelan horribles pájaros:
        Ni el más diestro brazo de altanería
        acertará a abatirlos.


        *Toledo


      2 comentarios:

      Anónimo dijo...

      Me encanta tu blog, me encanta tu poesia, tu ciudad, tu musica...
      es un paseo virtual muy agradable, sorprendente.

      Besos...

      Anónimo dijo...

      lluvias, estrellas y risas - me las quedo ;) -
      :¬)

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