domingo, abril 08, 2007

El libro de Zaynab. I´Dar Dunnuní. V y VI .






Es bueno todo lo que surge de vos
Luis Delgado


Pintaban las bailarinas sus ojos con kuhl,
la alheña daba brillos a su pelo.
Eran un alegre jolgorio ecuestre
dispuestas a la danza, cada una en su corcel.
Sus risas se mezclaban con el olor del aire.

¿Qué paraje encantado
donde los aromas de las semillas del sándalo
fermentaban en la orilla del río
haciendo un bálsamo de sus arenas suaves?

¿Qué don del Paraíso
por que las aguas se amansaran lentas
y apenas pareciera la corriente
un fluir interior?
Gemía la noria con el esfuerzo
como el lamento de camella herida.

Y el espíritu de los que allí se solazaban
era el sosiego del gozo cumplido,
resplandeciendo c1 vino en el cristal
y queriendo embriagarse, al verlos, de esos labios.

Mas entre tanto júbilo,
no podía creer de otra hermosura:
En medio del estanque, la Qubbat al-Na'im*,
cristal cubierto de agua, hechizada caverna,
alcoba escogidísima
para el relato interrumpido de Sharazad**.
Oh, milagro del agua, sin mojar refrescando.

*Templete con el techo constantemente cubierto de agua donde el rey se refrescaba sin mojarse. Al parecer, situado en la Almunia Real. **Personaje femenino de Las mil y una noches





Dentro de la Qubbat,
Aquel nos sonreía
y eras tú,
mi Rey, mi rey secreto, al que jamás nombré;
de ti supe tu nombre
y se me abrió la herida, el dolor que ocultaba.

De ti supe tu nombre, era la voz precisa
de la muerte en tu ausencia,
palabra que añoraba y que tú no dijiste
por tenerme piedad.

Fue distancia y silencio
el conocer, saberte príncipe soberano.
Eras mi amante dulce venido de la luna
que, desvelado el sino,
se va sin el retorno del beso del recuerdo.

Si en el I'dar me viste
o viste mi tristeza en tus jardines regios,
no debiste llamarme
por Ra'su-hu, el pérfido.

Eras el cazador
que abandonó a su suerte al animal quebrado
de muerte en la espesura.







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