sábado, diciembre 25, 2010

Otro poema


      El perfume de la madreselva

      al sol denso, porque la piedad

      es una sombra cuando camino

      delante, algo mortal y lejano

      de la luz. Espesa madreselva,

      tenaz en la piedra, apenas bebe,

      apenas se lamenta o se lacia.


      Cuidado, me dijo el jardinero

      una mañana. Su tupidez

      esconde un hambre antigua de insectos

      comedores de sueños de niñas

      rubias. Lo que muerden lo convierten

      en olvido.


      Miré al jardinero, a sus pestañas

      verdes, su lengua como sus besos

      verdes, verde su gesto aromado,


      y no saber decirme

      qué me dijo,

      cómo estuvo a mi lado

      y ni siquiera

      recordarme.

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Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
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