miércoles, agosto 29, 2007

Poemas desde el Puente, Platos y bandejas de la serie Puente II





II Colores



      Cobalto


Ahora se despejan las nubes.
Un aire frío, con los últimos
gatos de hielo.

Continúo
pidiéndote:
mírame.
Si supiera tocarte, mayo
desnudaría su sexo azul
-como Krisnha con Rhada, ansiando
ella, él dibujando una música-,

mayo lo mancharía todo,
tinta, casi escritura tuya
pronunciando
Nairamarina.

Lo mancharía todo: gozo,
-por fin si me miras y puedo
tocarte- más gozo, más dios
zarco, vinoso dulce,
ebrio de ti y de mí.

Y desnudaría mi sexo.

Estoy hecha de la flor de acacia,
mánchame el blanco,
sumérgeme.




      Antimonio


Melancólico bordear
de ajenos signos donde nunca
te besan, donde siempre son
los otros quienes se envenenan
de sonrisas, de pulpas ar-
dientes como frutas en islas
cegadoras.

Una transparencia amarilla
de envidia lenta y de maneras
elegantes al renunciar
a una muerte transida en gozo,
el único aniquilamiento
que florece.

Ciertos trazos delatan, ciertos
bordes de ausencia, bordes lisos
a fuerza de sal.

En el amarillo no se oyen
gritos. Suele ser silenciosa
esta actitud: vivir aparte,
residir en la orilla.



      Cobre


Si marca el óvalo de los rostros
que permanecen en la pregunta
sin descanso, distantes de tanto
caer, mayo viene demasiado
cálido y desmenuza la piel
de los puentes y se balancea
en la enloquecida indiferencia
de los vencejos.

En mejillas distintas se intuye:
sólo es un trazo, sólo un vestigio
del tiempo ocupado por la savia
voraz de las caricias, un rastro
de abanicos carnívoros, cloro-
fila espesa dentro de la boca
cuando nos besábamos y nunca
acababa la humedad y nunca
necesité conocer tu nombre.

Y las cejas, o la nariz de otras
caras son eso, verdes, son carne
de lo que crece entre la alegría
y el quebranto, son de verdinosa
despedida,
más que semblantes, el recorrido
de las orugas intoxicadas
por los álamos.

En esa muda presencia mayo
acaece con su verdadera
respuesta.
No tiene palabras. Los vencejos
se envician también de un vuelo verde.



      Manganeso


Desvío la mirada en la tarde
de las separaciones. Propongo
a la temperatura que mueve
el pelo de la siesta canciones
viejísimas de no atormentarse.

Queda poco en el dibujo. Vuelvo
al negro, no como señales
de la pena sino que el perfil
oscuro apetece, finas líneas
marcando lo importante, silencio.

Por una vez quiero apaciguar
eso que vendrá seguro y filo
y adiós y vaciado y ausencia.

Lenta paso el dedo por el ángulo
del instante. Así el tiempo claudica.
Así está tranquila la mirada.

Y, más allá, una sutil destreza
en el movimiento de muñeca
que el ceramista refina para
atrapar golondrinas
en los ojos del Puente.











    14 comentarios:

    Anónimo dijo...

    Uff, mis ojillos zarcos de marcera impenitente claudican ante ese Mayo orgánico y la sabiduría de alquimista con la que has dosificando los “venenos”…No tengo palabras, ya sabes… y Nairamarina, también.
    Un besín

    Anónimo dijo...

    Te leo, te releo y me gusta mucho.
    Un beso

    kuko

    Anónimo dijo...

    Yo no se escribir poemas, los tuyos si que son preciosos. Besos.

    Anónimo dijo...

    Creo que aqui hay alguna sonrisa:

    http://valentinmaps.spaces.live.com/

    Besos

    Anónimo dijo...

    Es agradable regresar y encontrarse con tus poemas llenos de color que tan bien describen lo que te rodea.
    Un abrazo

    Sandra Figueroa dijo...

    hermosos poemas. Saludos.

    El Toro de Barro editorial dijo...

    Desde que te descubrí en La Mirada del Auriga, no hago otra cosa que merodear en torno de tus versos, unos versos que me resultan extrañamente familiares, como si formaran parte de una tradición común de la que yo formara parte o estuvieran iluminados por una lámpara igual por la que aún ahora me siento iluminado. Experiencias así me suelen ocurrir muy pocas veces, y cuando lo hacen me dejan en un tensa alegría, más tieso que uno de esos chopos de mi terra de Cuenca que no tardarán en convertirse en un beso dorado...

    Carlos Morales
    carlosmorales59@yahoo.es

    El Toro de Barro editorial dijo...

    Cojones, si eres...
    ya decía yo
    ya decía yo...
    ay...

    Anónimo dijo...

    Almena dejó el sendero que llega hasta este hermoso puente trenzado de platos, bandejas y música hecha poesía, poesía verdaderamente hermosa.

    Persio dijo...

    Venga con esos metales poéticos, tan sugestivos.

    Me gusta como suena "Nairamarina".

    Un abrazo, Ogigia

    Anónimo dijo...

    Ogigia, mi querida amiga: sólo decirte que hace mucho tiempo que no espero nada con tanta impaciencia. Y que sigo aquí, aunque en silencio.
    Un beso
    k.

    El Toro de Barro editorial dijo...

    ¿Dónde respira la dueña del jardín?...

    Pedro M. Martínez dijo...

    En el amarillo no se oyen
    gritos. Suele ser silenciosa
    esta actitud: vivir aparte,
    residir en la orilla.


    Me gusta mucho tu poesía.
    Estos versos me emocionan.
    Gracias.
    Saludos.

    Pedro M. Martínez dijo...

    ¡que bueno!, ¡que buen poema!. Me ha encantado.
    Mis respetos.

    Datos personales

    Archivo del blog







    Image Hosted by ImageShack.us
    Creative Commons License
    Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
    Jardí­n al mar 1605 Blog de poesí­a y otros textos Ogigia María Antonia Ricas
    Powered By Blogger