Music from the towers of the Moon
Balanescu Quartet
Comarca cercana
Incluso así, sin árboles
sin herbazales tibios
donde un perdón divino demuestre su largueza,
fertilizando surcos,
humedeciendo el lomo
de los rebaños.
Incluso así me gusto,
curtida en el otoño del rastrojo quemado
que ahoga los gemidos
de los topillos.
Cuando la niebla cubre
mi piel y aventurarse
entre dos luces
es impresión de exilio, de pueblos que se asientan
en las uñas del alba
saqueados por sombras,
cuando el día recorre
mi planicie
rodando como espino
del erial,
y no existe un refugio,
un gesto de respuesta de cariño al descanso,
qué largos son mis ojos,
qué carne agradecida mi carne de aguaceros
de noviembre, mi carne
acostumbrada
al silbido frugal
de las perdices,
a la ruda palmada que levanta las tórtolas,
al río que desborda
su caja si, con marzo,
vienen las torrenteras
desde el Norte.
Me gusto en la mirada que no encuentra un obstáculo
para ser longitud
sobre el barbecho, lindes
prediciendo el cantueso,
confines de las escarcha y , a la vez, meditando
el amarillo. El cielo
se prolonga en los mimos
del almendro
y al horizonte oliva
del aceite.
Me gusto
de tal modo, tumbada,
lecho del alacrán
resucitando presas, lecho solar, paciente,
verdadero.
Amplitud de mi ser
que en nada sobra,
que nunca desperdicia, que no duerme gandul
porque me ofrezco a un viento
sin halagos,
porque lo que regalo
es un arduo presente de mí misma.
Incluso así, sin árboles
sin herbazales tibios
donde un perdón divino demuestre su largueza,
fertilizando surcos,
humedeciendo el lomo
de los rebaños.
Incluso así me gusto,
curtida en el otoño del rastrojo quemado
que ahoga los gemidos
de los topillos.
Cuando la niebla cubre
mi piel y aventurarse
entre dos luces
es impresión de exilio, de pueblos que se asientan
en las uñas del alba
saqueados por sombras,
cuando el día recorre
mi planicie
rodando como espino
del erial,
y no existe un refugio,
un gesto de respuesta de cariño al descanso,
qué largos son mis ojos,
qué carne agradecida mi carne de aguaceros
de noviembre, mi carne
acostumbrada
al silbido frugal
de las perdices,
a la ruda palmada que levanta las tórtolas,
al río que desborda
su caja si, con marzo,
vienen las torrenteras
desde el Norte.
Me gusto en la mirada que no encuentra un obstáculo
para ser longitud
sobre el barbecho, lindes
prediciendo el cantueso,
confines de las escarcha y , a la vez, meditando
el amarillo. El cielo
se prolonga en los mimos
del almendro
y al horizonte oliva
del aceite.
Me gusto
de tal modo, tumbada,
lecho del alacrán
resucitando presas, lecho solar, paciente,
verdadero.
Amplitud de mi ser
que en nada sobra,
que nunca desperdicia, que no duerme gandul
porque me ofrezco a un viento
sin halagos,
porque lo que regalo
es un arduo presente de mí misma.
4 comentarios:
Gracias por regalar-te y regar-nos, poeta ajardinada :¬)
Imprescindible sexto sentido
:)
Besos!
Un valioso regalo.
Gracias
Te leo,querida, y me asombro (en realidad, me alboroto de júbilo) haces que toda la anchura del paisaje, sus tonalidades, esa sobriedad de lo rústico... casi quepa en la palma de la mano
Un besín
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