
Frutas e insectos
Cómo asombrar a Man Ray
en el tesón de las avispas
habitadoras de duraznos.
El verano tiene su propia
textura melancólica.
Y resulta imposible
resumir
que la realidad deslumbre
con su áurea piedra.
La adoración de la mañana,
una brisa fácil murmura,
finos saludos en la calle
y el sol,
un equilibrio.
Aunque algo en el fruto amarillo,
partícula en el picoteo
de la avispa; algo leve
y enorme,
un pez volador de esta tierra
adentro, allí, alto y en círculos
acecha.
Se aflechará hacia el pueblo,
hacia la calle saludada,
a la precisión del jardín,
al ápice poroso
del durazno,
al negro ocelo de la avispa,
a tu curiosa boca,
a tu ansiosa pupila.
5 comentarios:
Maravilloso final.
Jade : )))
Es cierto que el verano tiene una textura melancólica, la de las tardes eternas, la de la luz que no tiene prisa.
Me gusta.
Besos
Coincido con Jade, me gusta el poema y me encanta cómo lo has acabado.
Ah... pero alcanzo a ver mucho verano,mucha sabiduría de enjambre... aunque hayas puesto un definitivo "punto" a esa pupila.
Un besín
Como los demás se quedán con el final, yo me subiré a tu pez volador para pedirle que adelante ese verano que el poema respira.
Un placer asomarse aquí :¬)
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