jueves, mayo 10, 2007

Fantasmas y cálamos. Fantasmas en la Villa, 3.


III




El dios desnudo lee
mi nombre.
Duino, me asusta su estatura
infantil.

Este olor a mar de mis brazos,
esta invisibilidad lenta,
una tonsura del deseo
en mi pelo sin peso;
este desvestirse aunque cubras
mi cintura, aunque me retengas
en la petición de tus ojos
abiertos atándome, atándome.

Algo, en el instante
de la alegría del olvido,
separa nuestros cuerpos.

Yo me confundo con la espera
de la desnudez.

Levanta lienzos la actitud
reposada
de la sacerdotisa.

¿Qué secreta fragilidad
velan?

¿Qué resistencia en mí descubren
para que ya no escape
del amoroso golpe
que tus palabras y las mías
retrasaban e hinchaban
de jadeo?

A mi lado se yergue
la criatura
con su enorme sexo de bosque
hambriento, umbrío
como temible lanza
prohibida para niñas.

Y tanto huelo a mar
que ya no me defiendo
de esa herida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cómo me gusta ese final!...tan acorde con la pasión de ese rojo presente en todos los frescos.

Un besín y que tengas un buen día

Anónimo dijo...

Cómo me gusta esta serie tb. ogi
Te siento fuerte e intensa. Bss Jade

Anónimo dijo...

A mi Duino siempre me recuera esto:



"Es extraño el no seguir deseando los deseos. Es extraño
ver ondear libre en el espacio todo lo que antes se amarró".

R.


...pero, al leerte aqui,
la desnudez que huele a mar o a amar o a madre.

A ver si te puedo desear un dia feliz aqui.

Sara_P

Cristina García Desplat dijo...

Impresionante. Siempre es una aventura leerte.

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