GRAHAM
Alma en la punta de los pies que inhala el intervalo y tensa el diafragma por donde fluye la aguja helada de la música. Y se calienta, gira, espira, emana la fuerza de lenguas incandescentes que retienen sonidos para los músculos.
Destilas un olor, te atreves a doblegar la magnetita de la lava.
Caes primero a plomo, laxa en la tierra. Has susurrado madre, “Primavera Apalache”. Luego te contraes, miras en ti, desprendes tus talones, yergues, dilatas, hurtas verticales cercanías a la materia de la música, y transfiguras otro equilibrio, otro ligero paso, otro pájaro, otro plinto de lo liviano.
Una orquídea pesa más en el desfiladero de Ba Zoi, un pañuelo de seda pesa más, y el lastre de una pluma, el tronco de una avispa mineralizan más.
Vuelve a la punta de tus pies, a tu sudor, juega contigo.
Vuelve,
juega,
echappé,
levanta gramo a gramo, poro a poro tu sometido cuerpo.
Tu trenza muscular ya es una música.
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