VIDA DETENIDA EN MARÍA BLANCHARD
Los objetos escuchan:
un sentido preciso, fina
percepción de las vibraciones,
incluso de un temblor,
cayendo
una pestaña.
Qué atención ponen al chasquido
en la soledad
de alguien que está sentado y cierra
sus ojos, deja de moverse,
suplica desaparecer.
Qué preferencia dan al lento
cachemir del polvo bajando
hasta un brazo que se desvive
por abrazar.
Distinguen la mella en un ángulo
del silencio,
reconocen la ondulación
de un aire respirado y cálido.
Están ahí, nos oyen
y componen una inminencia
para respondernos,
para contemplarnos.
No sólo cubistas se agrupan
porque se estimulan, se niegan
a la desgana.
No sólo son cronología.
Al caer la pestaña
un raro gozo
fosforece en sus pieles.
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