El carpintero busca
esponjosas monedas,
y es un reloj,
parece un ritmo,
no se asusta de mí.
Invento el apellido de los pájaros;
un ritmo, no se asustan
de mí,
sólo sentido
porque espera la araña,
sólo marcado al salto de un insecto
que escapa de mi pie
y va a parar a redes,
oigo su grito.
Otro reloj de sol
que al aguacero sigue
se deja abanicar
con amarillos péndulos
y el intervalo, arriba, de una nube
llevando acá y allá
sombreros de gigantas.
El carpintero sigue
picoteando pulsos,
la duración eterna.
De los restantes pájaros,
1 comentario:
Y yo perdiéndome tu Artemisa, ay ay
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