Deseo
Te sostengo con la demora de una cálida energía.
Soy un aire que duerme en el futuro, que no se envejece con la impaciencia de una muchacha violeta, acalorada, aguardando una llama que no volverá jamás a convertirla en fuego.
Te sostengo con la precisión del leve niño sujeto a la cintura de su madre. Puede la arena que requema dañarla en la planta de los pies o el escorpión rastrearla en sus sandalias. Ella sólo se tiende cuando el infortunio se separa de un abrazo al pecho diminuto que la erige como una fortaleza inexpugnable, como un templo de guerreros.
Yo soy una columna vertebral, un titán obstinado que mantiene el esmalte en tu boca para decir que el mundo continúa asustándote y luego llamándote, invitándote desde su frágil y misteriosa piedraimán o jilguero o palabra que juega.
Soy un tallo que empuja tu brazo, soy una margarita que camina sobre la ceniza de cuerpos anteriores, abrasados pero consintiendo todavía más furia enamorada.
Yo soy tu puerta abierta,
todo el agua del mar en la gavota de Juan Sebastián Bach.
Mientras yo te sostenga
soy la singladura que no cesa, la voz que te insinúa, la sed que te equivoca y la mano murmurando los cambios en tu rostro.