Una flor de ciclamen blanca, persa, disecas en el libro de los miedos.
En el retrato de la chimenea dudas que estés viviendo y precisas, entonces, el depurado estilo para la resonancia en la madera, el marchado barniz donde se apoyan tu agilidad y el gozo de la música, y reconstruyes la delicia de una belleza a salvo de esto triste.
En cuántos jardines de poetisas célibes repartes partituras, oh, tanta gracia.
En cuántos jardines llamados Mar del Plata ellas piensan, ahogadas, y tú no te hundes, esperas a que las cosas se eleven y caigan maldecidas, como estar retratada y estar entre despojos del amor.
Si la amargura asola y el pavor se acostumbra a los benditos una flor de ciclamen blanca, persa, recoge la certidumbre de anónimas mujeres en su memorial de matriarcados de la hechicería.
Yo estoy aquí, te he encontrado el autógrafo de Tárrega y el diapasón, moneda, talismán para entregar al Caballero Blanco.
Serás la reina del atardecer de agosto.
Estoy aquí heredando tus jardines, jugando, igual que tú, a las damas que avanzan sus presentes.
No olvidaré regar ni amar ni, en marzo, limpiar de soledades las albercas.
Este poema está dedicado a Rosario F-H, concertista y profesora de guitarra, mi profesora de guitarra(1914-1999)
3 comentarios:
Genial, como siempre.
Un beso.
te seguiré leyendo cuando vuelva.
Cuidate.
Bello poema que sólo ensombrece la dedicatoria. Confío en que si alguien me escribe algo tan hermoso después de haber partido, tenga la bondad de dármelo a leer previamente. Busquen en algún jardín de poetisas célibes. ¿Donde mejor?
Mil besos
Estoy de acuerdo con Max, es una pena que no lo pudiera leer pues se sentiría muy orgullosa.
Te felicito
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