Hablo contigo desde el agua,
mi jinete,
mi jinete,
aunque no se sacie la sed
del tiempo.
Llegaste en un rizo solar
con la melancolía
que arde aún bajo la ceniza.
Y ahora te digo
que no todo concluye,
mi amado,
y tú me miras azul, fino
de ligereza ecuestre
pues los caballos saben
un modo secreto
de abrazarse.
Hablo contigo recobrando
escasas esquirlas de magia
-aquel cristal que tanto
nos lastimaba en el deseo-,
y si venías
con palomas violetas
desangrándose,
ahora te digo
que no me pierdo, continúo
en ti,
giro y giro avanzando
sin fin
hasta un comienzo transparente.
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