Casa roja en el parque. Macke
Voy pisando los
escarabajos
con sus bolas de barro y de piel
de memoria.
En los árboles duermen dos gatos
de azules y
amarillos:
no pesan,
como deja de pesar la ilusa
palabra de esperar,
no pesan
en el airecillo de verano.
Y, en la casa,
el cristal de las
ventanas arde.
Hasta allí voy
aunque no me fuese nunca y nada
me hiciera recordar y creyese
que es la primera vez del cariño.
Allí vamos, familia, fragmentos
de uñas
que los escarabajos no roban,
trocitos de abrazarse con breves
puntas
para las heridas y después
el perdón.
A los lados del camino, casi
de arena ya,
contemplo los bancos de mi infancia.
Nadie más cabe
yendo a casa.
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