- EL BOSQUE DE LA NOCHE
El brillo del alcohol de la Luna en la cabellera de Peggy Guggenheim, opulento brillo de quien se adorna con el pasador fatal de las coleccionistas,
para verte bajar por la Quinta Avenida desde el abrazo irresistible de la muchacha que se embriaga con el ansia de los amantes de ambos sexos humedecida por el ron.
Te sostiene el brillo de un ser pagano en el ingenio de una devoción que distingue la lozanía de un hombre, insensato en su desnudez, del terciopelo de la muchacha, más hermosa cuanto más se fustiga a sí misma.
Para verte bajar, mi tórtola, cuánto te envidio, príncipe femenina, nunca jamás princesa.
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