LOS FANTASMAS DE ELISABETH VIGÉE-LEBRUN (I)
Diferentes autorretratos
Estamos muy cansadas del miedo.
No es como el rizo que se desliza del lazo de vivir o del ala del sombrero de paja.
No es el gesto discreto, una leve sonrisa inteligente que oculta el espanto, la certeza de algo temible que en nada se asemeja a la pasión.
Estamos cansadas, bellas, libres, cansadas de elegir las huidas, de mirar los rostros que ya han muerto, próximos a cubrir de sangre las arrugas del cuello, las sencillas formas del amor.
Sabemos
que la muerte pudiera quedarse a vivir en la ciudad, en cierta calle vieja, donde breves muertes -o los pasos que dejan atrás la infancia acaecieron.
Sabemos
cuánto apetito tiene la muerte, cómo huele claudicar, tumbarse al lado de una hija enferma,
verse
muerta,
tú, muerta,
yo muerta
en sus ojos.
Sabemos cansarnos hasta ser la médula del cansancio, pero todo menos el miedo, menos el tizne del miedo, el habitante del miedo, su palabra cansada, su miedo.
1 comentario:
Te sigo. ¿ Para cuando te tendremos en las librerias?
Sí, todo menos el miedo.
Sara
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