IDOLATRÍAS
Estoy sentada a las puertas del templo
persiguiendo
la exhalación casual de las fugaces,
soplando una pestaña y admirando
el idioma fatal de las egipcias.
Una palabra y mi memoria empuja
caravanas que llegan al oasis
de las tribus azules.
Una palabra y los dioses no cesan
de pescar en mi pecho con navíos
que trazan mediodías
en el amanecer.
Una palabra y los enamorados
consiguen molturar todas las flores
del veneno
y los veo morir incorporándose.
Una palabra y el sentido común
de las langostas
arrasa las materias escolares
devolviendo a las aulas danzas verdes
alrededor del fuego.
Una palabra y por los dormitorios
de los cuarteles
se deslizan intrusos maquillados.
Una palabra
y las puertas del templo se mantienen
cerradas.
Todavía no olvido
el eco incomprensible, templo adentro.
Todavía no olvido
qué sigiloso ámbito, templo adentro
es el secreto
de la sangre vertida en los espejos.
No puedo evitarlo, como diría Valmont, siempre vuelvo a ellos:
3 comentarios:
veo que sigues con Idolatrías, y releo, claro ;)
Hola, querida Ogi.
Vuelvo.
Te releo.
Me deleito.
Besos
!Cuánto desasosiego me ha producido este poema¡ Me ha situado frente al hombre que yo soy, un hombre que anda pero que no recorre espacio alguno...
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