El saltador de esquí
Cuando ya detuvieron los glaciares su apetito de orillas olvidadas y es tan blanco el silencio de las cumbres
que nadie rasgaría sus doncellas,
él mira abajo y calla;
por un momento niega que allá abajo
hay mujeres cubriéndose las manos para aguardar la fama de su risa, por un momento niega que allá abajo se acalora el aliento con el miedo.
Y lejos, murmurando
perfiles de un amor que le provoca,
él mira las montañas
apasionadamente,
responde que se entrega, que su cuerpo... que no hay otra razón que este peligro de abandonar la tierra, de ser aire.
¡Por fin salta, por fin lo deja todo!
Se desliza, se curva como un niño escapado del vientre de la inercia. El trampolín se riza con el brillo del hombre que se vierte hacia la nieve.
Ni vértigo ni peso,
ni lágrimas de barro hecho de carne, ni el oro que se pudre en las vitrinas.
Sólo flotar, tenderse sin cadenas, sólo la soledad de haber perdido el corazón, el ansia, servidumbres, la sangre, las apuestas y el deseo.
Más libre que los brujos,
más libre que los pájaros,
mucho más que una bella
presencia de la muerte.
Sin dirigirse a nada,
sin odiar un destino,
sin dolor o alegría,
sin tiempo, sin promesas, sin esperas, sin aplausos, sin ojos, servidumbres.
Sólo flotar, tenderse, renunciando al instante anterior a cualquier nombre.
Sólo flotar, lanzarse hasta la niebla brevemente olvidado de sí mismo.
4 comentarios:
¡Qué sensación de libertad y vértigo!...
Un besín
Me admira comprobar que algunas personas encontrais el lado poético en todo lo que nos rodea, incluso en un saldaor de esquí.
Un abrazo
Me gusta esquiar,
fue algo que practiqué de niña y retomé ya de mayor después de muchos años.
La sensación me enajeta y emborracha.
Un placer leer tu recreación poética, de veras.
Un abrazo, Ogigia.
"renunciar el instante anterior a cualquier hombre"..
a veces pienso como puedo dejar de ser equilibrista en este circo...y sí...ahora lo veo... saltar.
gracias, leerte es un goce.
:-)
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