Fotografía de F. Rivera
- La bailarina de Ballet y la danza
La distancio de grasas en sus músculos fríos,
la estimo en meridianos más exactos que Greenwich
y le desvelo el cuerpo que su instinto callaba
volviéndome venablo, clavándome en su piel.
Con lentitud levanto su boca adormecida,
le borro de los ojos los cristales humanos
y sale desde el agua a la sonora trampa...
Apenas se sostiene
por los pies a la vida primaria del carbono;
diríase que un salto la ha convertido en seda,
en ingrávida forma que admiran los espejos
asesinos.
¡Qué veloz se escabulle de la arena que, en llamas,
pretende retenerla!
Se mueve y rompe lazos de pesadez, de azufre,
se mueve con la misma costumbre de las plumas.
Escapa de la luz, de la verdad, de herencias
que quisieron amarla con granito en su vientre.
Y se entrega hacia mí y ocupo su tersura,
su silencio de rosa violada en mi apetito.
Ella no es otra historia que mis abrazos crueles,
o su domado cuerpo mis reglas inhumanas,
y yo soy quien la inclino en un compás de sombra,
en un agotamiento de tanto ser sin pausa
mi capricho...
Hasta que la resumo, voy plegando sus pétalos
y, recogida, ausente, me marcho sin deseos,
la abandono en el barro.
3 comentarios:
Menudo era Greenwich. Todo lo tenía calculado ;)
Bellísima y bien ajustada la metáfora.
Un placer volver a visitarte.
Guapa Ogi, me encantan estos descubrimientos nuevos (para mí nuevos)
Besos ¡feliz semana!
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