sábado, enero 21, 2006
Segunda parte, segundo poema
Orange and yellow
Cada campanada despierta
a una ciudad de las acacias.
La calle recobra un respiro
cuando el amanecer alisa
su inminencia.
Y en los árboles,
en los delgados huecos donde
la avena loca besa un ocre
duro hueso
de las piedras,
se despereza la demanda
de quien reposa sin sonido.
Pronto avivan
un fuego cítrico las lenguas
del sudar y esa inmaterial
melancolía en el destello
del sol endiosado de julio.
Y el acero
del cielo se confundirá
con una segada planicie
sola y sola.
Mientras tanto los habitantes
de las acacias se saludan
hambrientos.
Y mi sudor se enfría, vuelvo
a dormirme y oigo opinar
sin motivo,
tan ruidosos
entre sueños,
a los pájaros.
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9 comentarios:
"avivan un fuego cítrico...", eso es...!asombroso! ese don que posees...
Un abrazo
Buenos días Poeta. POETA.
besito
Precioso....
me has hecho recordar una fresca mañana en un pueblo de Extremadura, cuando la gente sale a la calle antes de que el calor impusiera su ley.
Musus
Dos colores perfectos para describir el calor del sol y la tierra seca, preciosa descripción.
Un abrazo
Sencillamente, hermoso. Magnífica combinación de color, pinceladas de verbo.
Amacener de julio. ¡Jodidos pajarillos, qué alegría!
Mil besos
Le encuentro un cierto parecido con un poema que empieza diciendo:
"Iglesias coronadas por cigüeñas
en el viejo paisaje árido y húmedo,
ocres y verdes rifándose las estaciones.
armonía en su pasado
desconocido y abrupto,
criticado y alabado"
...no sé si te suena de algo.
Joer, el inframundo este es un pañuelo.
Pues es de una tal "Ogigia"...
por ahí anda:
http://poesiahispana.izarbe.com/poe/pg2.htm
en la letra o.
sigo leyendote
es un placer haberte encontrado
un saludo
robert
Hola Cristina!
sin sentido como todo lo tuyo
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