
Conoce lo oculto, sostiene
la calma y la ceniza.
Luz,
entre tanto, que se enreda,
que juega, curiosea.
Conoce la tierra mojándose,
huellas de mineral
de sol a sol,
pieles de insectos,
crujidos de semillas,
diminutos guijarros hechos
de sed,
el ángulo del alba
en el talón pulido
por las horas
y oficios del cansancio: puntas
de flechas sin gritar hendidas
suela adentro.
Y restaura la prisa,
esa parte del pie que vuelve
a casa;
lima, en el puente,
restos de escamas de animales
de polvo;
raspa, acuchilla, mide el cuero
que ajuste a curvas suaves,
próximas a la arena,
y cose donde ceden
junturas o una vida,
veredas cotidianas, días
de fiesta
cuando el calzado es fino.
Luego abrillanta con betún
y observa el desenlace
y apura el equilibrio
del cigarro.
La luz sigue en el juego,
sigue curioseando
y es septiembre.