OCRE
Los ramas de los abedules
y los álamos se desvisten.
Hace meses, se intercambiaban
abanicos con los castaños,
con los robles, y murmuraban
entre sí: ¿se marchará el verano?
Ahora, sin ruido,
más abrazados por el ábrego
que por cualquier otra humedad,
dejan caer lo que no sirve,
los tejidos
agotados, la clorofila
inerte.
Y alfombran
el recorrido de los parques
con la tonalidad pacífica
de un retorno a la lana.
No es cierto que el ocre me invite
a la tristeza.
No hace calor,
una tormenta ruge lejos,
y los fragmentos de las telas
de los árboles se asemejan
a papelillos verdes,
granates, amarillos…
Es ocre mi día y no está
triste, sólo está reposado.
1 comentario:
¿El último?
Se me hicieron cortas las coloricanciones, y además queda primavera...
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