- En el resto del tiempo
no
respiro, el tiempo fuera es sed;
todos los ruidos de las sombras
duelen, todo el tiempo que resta
se hace tortura, se atormenta
con deslealtades, carencias
en eriales de duelos,
despedidas y un desamor
tenaz que aloca los propósitos
más dulces
y feraces.
Pero me invita el perfume
de las mimosas
detrás del muro, en el jardín,
oigo a las tórtolas tranquilas
del almez
y
distingo lo que hablan los peces
del estanque.
Está la puerta abierta y entro
y cuando entro eres Tú quien conoce
mi sequía.
Sé del secreto
de este jardín velado
a las miradas
porque no brilla otro secreto
sino mío.
Y según entro,
Amado, y me abandono y quiero
la costumbre del jardín,
se desmorona en el umbral
el tiempo como arena.
Nada me viste, nada queda
engañoso…
Sólo el instante persevera
sólo la soledad contigo,
dentro.
Sólo el instante,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
2 comentarios:
Qué bonito! Qué ciudad, dios! El poema sereno ¿o es tu serenísima mirada? Dixit.-
Jardín de letras, mejor...
Saludos nuevos.
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