- Pequeña danza
Nos amamos
como deben amarse los padres y los hijos.
Hay un rencor callado
que te deja volver hasta tu casa.
Pero es tan suave el vino que bebemos
que la monotonía no recuerda a Baeza
y hacemos un escudo con su ordinario brillo:
una parte
de amor casi filial
- no puede ser más pulcro su egoísmo -
y otra parte impaciente,
rastro de tiranía en el relato.
5 comentarios:
Hay tanto desencuentro como encuentro, quizá ambas partes del escudo son sólo lados del mismo cubo de egoísmo. Me gusta mucho el final de tu poema. Un beso, Ogi.
tal vez
Un beso de domingo, guapa Ogigia.
El amor entre padres e hijos también tiene sus lados oscuros llenos de resentimiento y dolor por cosas nunca dichas ni aclaradas.
Un abrazo
Muchas gracias por pasarte por mi blog y comentar. He leído la entrevista que hay en tu página web; yo admiro profundamente a Virginia Woolf. Si no hay inconveniente pongo un enlace de tu blog en el mío. Gracias.
Un saludo
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