Hermíone (o Ananké)
Si lo hubieras mordido
aunque él ha bostezado confiándose al habla: casi cierra sus ojos con tu lenta ronquera, detrás de ti las magas que se espantan el polvo, que sisean, tu sombra de tilos invisibles como pelo rozándolo y él -puedo mirarte oyendo a las montañas- dejándose alcanzar, claudica, viene hasta tu boca o hierba, hasta tu anguila o trampa.
Si lo hubieras mordido
después de aparentarle la brillantez del hielo, después de reposarte -siento la vieja aguja que aloca, que ha emergido-, de distanciarte un palmo y luego, aproximando tu licor a su piedra, rodearlo, limarlo, penetrarlo, tenerlo.
Si lo hubieras mordido
por debajo de un beso que si le sabe a muerte es porque te abandonas y el beso te lo impide y el tiempo no interrumpe su lengua deliciosa -posada en mis encías, santa como un capullo incontenible.
Ah, si le hubieras dado
el aire del jadeo, la joya del colmillo, la herida de ananké en gestos donde el ansia huele a impaciente pólvora.
Si lo hubieras medido
con hilos de saliva, con bordes de serpientes, con curvas no entintadas, oyendo a las montañas repetir desde dentro lo que era inevitable, acogiendo lo escrito, lo que era inevitable.
Y si él, si me responde, se durmiera en mi boca.
Si lo hubieras mordido
aunque él ha bostezado confiándose al habla: casi cierra sus ojos con tu lenta ronquera, detrás de ti las magas que se espantan el polvo, que sisean, tu sombra de tilos invisibles como pelo rozándolo y él -puedo mirarte oyendo a las montañas- dejándose alcanzar, claudica, viene hasta tu boca o hierba, hasta tu anguila o trampa.
Si lo hubieras mordido
después de aparentarle la brillantez del hielo, después de reposarte -siento la vieja aguja que aloca, que ha emergido-, de distanciarte un palmo y luego, aproximando tu licor a su piedra, rodearlo, limarlo, penetrarlo, tenerlo.
Si lo hubieras mordido
por debajo de un beso que si le sabe a muerte es porque te abandonas y el beso te lo impide y el tiempo no interrumpe su lengua deliciosa -posada en mis encías, santa como un capullo incontenible.
Ah, si le hubieras dado
el aire del jadeo, la joya del colmillo, la herida de ananké en gestos donde el ansia huele a impaciente pólvora.
Si lo hubieras medido
con hilos de saliva, con bordes de serpientes, con curvas no entintadas, oyendo a las montañas repetir desde dentro lo que era inevitable, acogiendo lo escrito, lo que era inevitable.
Y si él, si me responde, se durmiera en mi boca.
3 comentarios:
Estupendos poemas. Ha sido un placer pasar de nuevo por aquí.
un beso.
Lisola
pero... pero ¡qué belleza, Ogi!
Y sí... me entero mejor después de haberme informado sobre Ananké.
mmm
:)
aunque creo que me quedo con mi primera e ignorante impresión
Beso!
Precioso como siempre.
Un abrazo
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