
- Zorah en la terraza
Si habláramos de sumisión
los peces dorados, absortos
en su planeta de cristal,
volarían
de puro metal si la luz
los incitara a la conjura.
A la sombra de un sol que aloca
hasta la muerte siento
una breve separación,
como descanso en la miseria
o replegarse el hambre.
Y en ese rincón,
que de tanto trasluz
casi es remanso,
la dignidad de lo pequeño
-tú, mirándome reposada,
tú, surgida de los umbrales
del agua- no pierde ni un ápice
de su oro.
Ahí quiero quedarme
incluso muda.