domingo, diciembre 24, 2006

Mi cariño, mi admiración, mi felicitación

Para una amiga, por la suerte que tengo al estar cerquita de ella...por nuestra pasión compartida en la poesía, le dedico este largo poema que insiste en la Pastora Marcela y que acaba de ser publicado en la revista Añil...María Muñoz, poeta, observadora sensible y activa... Editora de Las Hilanderas prodigiosas.








FUEGO SOY APARTADO Y ESPADA PUESTA LEJOS



Y queriendo leer otro papel de los que había reservado del fuego, lo estorbó una maravillosa visión –que tal parecía ella- que improvisadamente se les ofreció a los ojos; y fue que por cima de la peña donde se cavaba la sepultura pareció la pastora Marcela, tan hermosa, que pasaba a su fama su hermosura.

Capítulo XIV. Primera parte de Don Quijote de La Mancha.



Pertenezco

al viento de agosto granando el esmalte pinto de las uvas, cuando se llaman las abejas para escapar de los zorzales, cuando otros pájaros se arrojan hasta el sudor en mi cadera, y equivocan un espejismo, y me abanican mientras arden.

Aunque en las eras ya no vuelan briznas de paja ansiosa de agua mi cuerpo es de ese olor, poseo la memoria fina del trigo,

y pertenezco

a las muchachas que distinguen, en cada espiga, la señal que la tierra traza en la frente de las semillas, porque nunca es anónimo lo afectivo de las cortezas de las sopas de pan, nunca se pierde un nombre dado al pan cuando el pan nos oye.


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Me incluyo

entre las sombras que el acero dibuja bajo las pestañas de los atrapados por hoscas esquinas del abatimiento, ahí, en ciudades que olvidan la fluidez de amor de un árbol, la lentitud en la cosecha de los duraznos con tesoro, esos regalos ofrecidos por los que vienen en aviones de angustia, en pateras de argollas, en galeones de silencio.


Hay camas donde se adormecen jóvenes que han abandonado sus costumbres, anaranjadas de sueño, por una moneda afilada dentro, en sus muslos;

me incluyo

entre su piel y entregaría venenos con forma de labios a los que niegan la tersura de una mujer: ella desnuda su cuerpo pero continúa guardando un leve pañuelito en el pliegue de su corazón, donde ni los hornos de gas ni las violaciones aciertan a devorar el Paraíso.

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Pertenezco

al desvarío de quien lee menesteroso, agora, entuerto, desfacer, y sale a la noche, no se amilana con la voz del miedo, confía en la razón de su locura, desafía a gigantes humilladores, capitanes negreros, hordas de la vergüenza, y tanto estima la vida que se precipita hasta el don de vivir al lado de la muerte.

Aquel que pertenece al orden raro de la delicadeza, donde yo pertenezco agreste, donde me instruyo sin anillos del temor,

incluida en las intenciones de la libertad que tan sólo prefiere abrir los ojos cada día sin vigilar detrás de las puertas o prepararse para cotidianas visitas amenazantes…la libertad que escoge equivocarse o alzar un grito en llamas al deseo,

incluida en la predilección de la soledad que me asiste, pertenecida a criaturas de otra sal, venidas de lejos como las telas más preciosas, con distinto timbre en su risa porque fuego soy apartado y espada puesta lejos, calma precisión de la luz, serena maestría animal, pantera o pájara.

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Caballero,
decidle
a la pasión del hombre muerto que yo resucitaré el lienzo finalizado que lo cubre cuando giro mi falda para bailar con el viento de agosto, que lo traeré del basalto del olvido cada vez que hablo de la tarde con las perdices, que lo rescataré del odio de estar muerto cuando mi gato me maúlla espliego y se ríe, que yo lo besaré sin pausa, lo acunaré, lo acariciaré hasta que todo sea temblor en él, pura delicia de aire que respiro,



decidle

que no ha muerto, que nunca muere quien deja tras de sí el perfil de su amor como si de aliento se tratara, como si de un único aliento dependiera la rotación del día y se detuvieran torres, florecimientos, parpadeos, perdones de la noche, luces reconfortando…, al distraerse la respiración de lo leve y quebradizo del amor en las libélulas, en ciertos seres peculiares que siguen a las pelusas de los álamos por el gusto de enamorarse, en primavera, con fértil nieve poco versada en la soberbia.


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Pero también decidle
que no me incumbe su fantasma, su ceguera al mirarse en bruto y sólo ver posesión, medida de su sexo contaminando el frágil matiz de la dulzura.

No responderé a la violencia de su sed : necesita sangre femenina para creerse que es humano al lapidar todo lo que hay de humano en actos amorosos de una mujer que halla el dulzor en otra parte.

No le festejaré relatos de la magia de las hortensias ni de qué modo se intercambian peces los ríos que prefieren ir hasta al mar sin la locura del oro.

Morir de amor sólo es negarse a llevar el fuego apartado en los dedos, la lejanía de la espada como el murmullo ensordecedor de las hojas
saludándose.

Morir de amor, egolatría.


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Caballero, tú que conoces tanto del delirio de ser quien se ha entregado a la ternura, ¿verdad que merece la pena vivir con el dolor del amor, el deleite de libertad de amor que nos aleja de la muerte porque sólo vivir
es estar vivo amando?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades mil, y desvarios y poesía, más. ¡Muy buena suerte!

Anónimo dijo...

Tu amiga estará encantada por la dedicatoria que le haces y que sabrá apreciar pues ella también ama la poesía.
Un abrazo

Anónimo dijo...

A su amiga le gusta estar entre banbalinas... y matar moscas a cañonazos... Seguro que le retira la palabra otra vez, aunque le duelan prendas, que rescatar la foto en sepia tiene delito, navideño, pero delito.

Susy dijo...

Feliz tiempo de Navidad y me uno a tí en el homenaje a tu amiga "alter ego" en cierta medida, querida.

Un abrazo del corazón.

Briseida dijo...

Espléndido, querida Ogi.

A tu pregunta ya respondió... (¿Juan Delencina fue?)
"más vale trocar
pasión por dolores
que estar sin amores"

:)

Besos muchos!!

Anónimo dijo...

muy bueno
mis saludos

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