
© Ricardo Martín
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos
Antonio Machado
Si se despierta y se despliega el animal
y a una llamada suya la varea cunde
quiero pertenecer a esa piel de apariencia
hostil, comarca poco dada a los halagos,
olivera criatura que no agasaja
en nada
salvo en su sangre vegetal untuosa y fértil.
Quiero llamar al aguacero sobre el ocre
corazón de las lombrices y no amedrente
el trueno sino abrazar del agua, cariño
de los austeros, de los que huelen aún
a mejorana.
Que me llame el animal, que estire mis ojos
hasta el castillo de Almonacid o la raña
por donde huyeron los príncipes tatuados
de verde.
Y que no me entretengan angosturas. Nadie
me demore, que voy al animal, me voy
de aceite.
Antonio Machado (1875-1939) La estrofa que da título pertenece al libro “Nuevas canciones”