sábado, enero 31, 2009

Hermes, 18. Primer poema





Concierto para violín en sol menor. Op 8. nº 8 Rv 332

Allegro

Después de tanto tiempo desde entonces, Alicia, nuestra Alicia ya ha crecido.
¿Has visto su desprecio por los príncipes, su risa al recordarte las sirenas que aquella tarde oían los maestros?
Aún tensa los hilos esta niña, cruza aún el jardín de los engaños; en el azar, la calle y la mañana todavía se encuentra con nosotros.
Su largo pelo tenniel, su vestido, su estatura frutal y su perfume pasan por el rabillo de mis ojos y siempre lleva guindas aunque nieve en las islas que conservan lo que ignoro de ti.


Largo

Tú me miraste bíblico y marino. La historia del romero preparaba la eternidad con briznas calurosas. Las arenas por donde naufragábamos eran papeles blandos recogidos del espacio inicial hasta tu boca antes de ser Alicia quien viniera con un guarnieri oculto en sus preguntas.
Jugaba al voy y vengo de mensajes cifrados: qué lugares floreciste sin mí, cuántas sirenas estrenaron su voz sobre tu voz y no la oía, y yo te contestaba que nunca tuve un nombre navegante, que una canción hambrienta me auguraba su silencio volcán, reconocerte.


Allegro

Alicia, satisfecha de la médula que derramamos lentos esa tarde desoyendo a la liebre amaestrada, manchándole al romero su indolencia de eterno mineral de los veranos, crece perversa, acorta la medida del bien y el mal, de un paso atrás y el paso que saltan las sirenas: lo sereno, lo muerto, lo constante, lo correcto, lo bobo en su tibieza, las excusas que apartan la locura.
Alicia ya mayor, ya sabedora de velas consumidas en las camas, ha probado el azúcar que encadena y sin embargo vuelve con agujas dulcísimas.
Esta niña conseguirá perdernos, acabar de perdernos en nosotros.

Allegro del concierto para violín. Vivaldi, claro

viernes, enero 23, 2009

Revista nº 17. Segundo poema








El Campesino

Ya no recuerdo el encantamiento de las encinas ni que los magos lleven una vara de avellano para robar de los pozos del silencio los nombres de las cosas, el tiempo de enviar mensajes altaneros a la Luna.

Lo he leído
y se que alguna vez lo sabía sin darme importancia.

Ya no distingo el ceño de aquel que sólo se permite un instante de arritmia jubilosa mirando la cabellera del trigo o cuando se frota los tobillos con el brezo que ahuyenta a las culebras y su corazón sólo se permite un instante de bosques hechizados y misteriosas reinas de la noche.

Dejo a mi perro dormir sobre mi cama y me asombro de la facilidad de los canarios en perder el alma a cambio del alpiste.

La medida de los días se suma por la sombra de los álamos y en el antojo tenaz de las lombrices de tierra.

Él adivina la llegada de las doncellas de mayo y bebe muy despacio la tristeza porque es enorme la distancia hasta el grano en sazón y bebe muy despacio la alegría porque adelantarse al gozo es una fresa que se agosta velozmente.

Él no hará nada para salvar mi biblioteca palatina, consumiéndose tarde, desmemoriada en vano.


viernes, enero 16, 2009

Hermes, 17. Primer poema



      Concierto para oboe, cuerdas y bajo comtinuo en re menor, Op 9. Rv 454

      Allegro

      Parezco desarmada, inofensiva, bandera verde y las gaviotas,y el satélite diosa calmando su reflejo en el agua.
      Mañana perdonada por los asesinos, mañana que inventa calideces, la muchacha azul reciente, el atleta madrugador que avanza, se tiene, se enamora de la brisa.
      Todavía no juegan tumbonas con cuerpos a tenderse vencidos, aún las sombrillas son modestia y el algodón de las toallas impacienta un color en corredores ventilados.
      Yo, que era de tierra adentro, que era solano de resecos lagartos, paisaje de perdiz, cereal rogando el tambor al aguacero; yo, algunos árboles maldecidos,
      fortaleza en ruinas, población marchada,
      subo de ti despacio medusas, subo salivillas a la arena: una caricia que se dispone para explorar las pieles, la sal sobre los hombros, en las pestañas de niñas.

      Largo

      Me repliego, me llevo porciones del soñador, del que se ha dejado lamer y recuerda parentescos con amebas antiguas y seres que culebrearon muy curiosos orillas;
      me repliego a tu pulmón profundo y me llamo delicada actinia moradora de argonautas que duermen las rutas del vino, de esposas hechiceras, mediterráneas criaturas, calladas cajas de resonancia en ti:
      allí nos llegan príncipes del odio convertidos en algas vibrantes, venganzas con forma de monedas, poetisas vestidas de lágrima...
      en nuestro abrazo, la biblioteca de Alejandría meciéndose, conservando sabias escrituras de un ansia insaciable.

      Allegro

      Penetrándome desencarcelas pájaros de galerna, elefantes atormentados contra los vientos de un velero pretencioso.
      Escucho a cada una de mis células decirte que sí, que es el momento de ser un castillo ni siquiera soñado por castos guerreros, de ser peligrosa, revelarme, gritar.
      Avanzo vertical, adelanto a la tormenta y bailo la danza que conocen las brujas de los acantilados, bailo la música de una luna buscando a su amante entre multitudes que multiplican sacrificios,
      y ya es imposible, ya no puedo volver atrás, ser virgen, ser dulce, ser una bordadora adiestrada en el arte de olvidarte, de oír cómo te marchas.

viernes, enero 09, 2009

Segundo poema de Hermes nº 16









            El marino

            Las amapolas y el cantueso reavivan la temporada de los baños, ensenadas de cuarzo verde,
            blando
            viento verde preferido por el trigo,
            dientes de león buenas y cobardes, pri-pri de las perdices y pájaros pequeños con nombres tan pequeños que no les caben en el pico.

            Lagartos en las lindes como cruzados cuidando aún el campo de batalla, y moscas vampiras molestando a los bañistas y mariposas disfrazadas de gaviotas sumergiéndose en la hierba.

            Él hace memoria, no recuerda ningún ahogado mar adentro, en la hierba; hace memoria de la noche de los grillos, de la temperatura que despierta a los murciélagos, la noche querida, dormir en tierra firme
            en su cama
            morir.

            Y aunque a la hermana le dijera que estaba bien de salud en sus dos últimas cartas, la espuma salitrosa le ha endurecido el llanto y bajo el agua se ha perdido la excitación de las conquistas.

            Cansado de abandonar el equipaje en puertos luminosos, cansado del horizonte de Ulises, de los delfines, del tuétano de algas, desea no ser libre, dormir en tierra firme
            en su cama
            morir.




viernes, enero 02, 2009

Nº 16 de la revista Hermes.Primer poema

      Concierto para cuerda en sol mayor "alla rustica". RV.151.Vivaldi.

Presto

Uve de pájaros vivaldi, siempre pájaros si has leído mi letra en el amanecer, inexperta que corretea por la cuadrícula del cuaderno escolar rastreando modos de cazar un insecto sílaba, recordando conversaciones de las señoras que se esconden en la celeridad del día.
Pájaros impacientes: saltan sobre los versos y regañan por la pequeña larva oculta, médula de lo más hermoso que rompe las costumbres de la jornada. Pájaros aupados al tejado, despierta, pían, regresa de tu estar en ti.
Ellos te aman como los niños que no dejan saludar a su maestra y la rodean relatándole atropelladamente que escucharon la voz que gira de los astros.


Adagio

No sé hacer otra cosa sino vuelo, creer en lo que nadie se ocupa o se detiene. Voy despacio, apreciando colores de los prismas, de nervaduras tocables.
Voy muy despacio cuando exploro el rapidísimo tejido de tu vello, las ramas altas del avellano de tu sombra.
Envidio a veces la destreza de los maestros que usan ágiles tijeras para recortar las tiras de esos muñequitos encadenados de la mano.
Lo único que sé es el vuelo, planear atrapando un flujo de aire que sale de tu boca igual que si estuviese quieta, sostenida por un apoyo lento, natural, transparente, en el que nadie ha reparado.


Allegro

Elegida, orgullosa, atuso mis plumas.
Soy tus ojos como águila de una mítica historia, soy el regreso desde el Sur a las lagunas, a las torres, cuando el invierno debilita su resistencia y prefirieras abandonar lo oscuro de tu casa y salir a la noticia de una repetición gozosa.
Cambio tu perfil moderado por esa indiscreta corriente que no cesa de humedecer tu libro de recuerdos, capas de palabras heridas sobre palabras maldecidas sobre palabras contagiadas de la dolencia de los muertos...deja que acaben de morir.
Vendrán los corazones alirrojos y será difícil negar su vuelo.

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