martes, enero 02, 2007

Para el Año Nuevo, aún Alberto Sánchez


Los textos que aparecen a continuación son los poemas incluidos en el Catálogo publicado para el homenaje referido en la entrada anterior. Después de leer Palabras de un escultor, ¿qué otra cosa podría escribir? La comarca conjurada, La Sagra toledana...








VARIACIONES DE LA MIRADA SOBRE LA COMARCA DE LA SAGRA


1.- Verano

El yunque del calor, la mano tórrida tronchando el delicado pensamiento de las espigas.

El yunque del calor, un meteorito, secando hasta la sangre del cantueso, desnudando en la sed a las culebras.

A las tres de la tarde salen brujas,
muy pequeñas,
voraces,
alimañas,
y es que no hay ningún muro ni oraciones y el miedo abrasador las encabrita.

Y el silencio…
El silencio, de pronto, en tolvaneras que el viento encaprichándose lo aloca para cubrir de polvo la llanura.

…………………………………………………..

En medio de la nada está la casa y en su zaguán de sombra se ha sentado una mujer, sonríe: el sol no puede traspasar el umbral de su memoria.

Y suda… y separa las piernas dándose aire con el borde caricia de su falda.

Ella sabe su nombre,
el sol no puede hurtarle de los labios su deseo.

Ella sabe su nombre,
el nombre tuyo.

Se sonríe despacio porque espera a que digas su nombre y que la mires y acerques a sus labios todo el agua que traes como un alumbre entre tus dedos.




2.- Otoño

Lo que pide la tierra es ir despacio,
emocionada, abierta la mirada,
rojo como esa tierra tu sentido.

Del rojo al ocre oscuro, las perdices
cruzan la carretera presumiendo
de cómo señoritas tan huidizas
provocan y se esconden sin volverse.

A lo lejos antorchas despiadadas
llevan hasta las lindes los rastrojos
y se abalanza el fuego en hendiduras
de carne hecha de harina prodigándose.

Y arden pequeñas brujas del verano
brutalmente cubiertas de pavesas
y si fueras despacio escucharías
un gemido de paja con el humo.

Pero ¿aún no te he dicho que la luz
pacta una tregua azul con el otoño
y se desviste, ociosa, si en septiembre
las vírgenes escapan de los templos?

Una fiesta de pueblos pretextando
el ciclo de la tierra y las cebollas,
la asombrosa pasión que da la lluvia.

¿Y te he dicho que es lento el declinar
de la belleza,
que es lentísimo el beso de la luz
rodando por los campos, despidiéndose?

Regresa desde el norte de la bruma,
del viejo exilio torvo del olvido:
recobrarás despacio tus dos ojos
y amarás a mi modo la comarca

con amantes de yeso en vez de árboles.



3.- Invierno

Los gitanos acampan a los dos lados de la carretera con telas deslucidas, viejos coches y galgos dormitando alrededor de un fuego clandestino.

Y los negros aguardan sin sentarse en los bancos de la plaza un dinero menor por el trabajo helado de sus hombros.

Así responde enero a la mañana.
¡Qué remedo de luz, qué blanca ausencia!

Me acordaba de ti cuando he cruzado la niebla perniciosa: almidonaba escarcha, se adhería a cuerpos reventados de los gatos que quisieron correr una aventura.

Allí donde pelean las urracas
hay un cuerpo mezclado con el humus.

Me acordaba de ti porque la niebla truncaba la pirámide de un cerro pelado y aplanaba de distancia imposible la llanura, horizonte borroso con el hielo,

ni triste,
ni maligno,
ni viviente.

Si hubieras esculpido una mujer tendida por el campo más que mujer sería ese silencio de fantasmales pechos ateridos.

Me acordaba de ti…¡
Qué remedo de luz, qué aire de hierro!

Así responde enero a la proeza
de levantarse, herirse, e ir muy despacio.



4.- Primavera

Primero resucitan dos almendros con su pliegue rosado, femenino
a la vez que en la escuela
hay un aire nervioso,
unas ganas de risa…
cuesta mucho
ir despacio, vestirse precavida, no querer escuchar canciones mágicas.

Hay un aire nervioso,
un aire dando tumbos
como un bufón tan verde e insensato que va cayendo al río Guadarrama
y el río despabila su estatura
para la muda tierna de la orilla.

Un pájaro parece que es un pájaro mientras bebe del agua,
gorgotea
y levanta su vuelo
y se enamora.

Bandadas de torcaces
ensayan su zureo no tan tímido y navegan rozando la cebada
porque es un mar de hierba esta llanura
con islas de amapolas
trucándole a la muerte su cuchilla.

Y una mujer inventa la alegría cuando corre mostrando su pañuelo;
lleva el dolor cosido de la tierra
pero ahora se olvida a carcajadas.

Dime lo que tú sientes…

Yo siento al corazón cambiare el nombre:
se está llamando Alberto
o Miguel de pastor, o Alberti o Pablo,
cualquier nombre que huela a primavera
y a pliegues femeninos
en tus dedos.

















4 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso el verso medido, con todo su ritmo, ¿verdad? Sin quitarle valor al verso libre. Un beso fuerte, compañera murciana (en la edición). Un beso y feliz 2007, de mucho
Amor

Gonzalo Villar Bordones dijo...

gracias por compartir la belleza.

Ogigia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
almena dijo...

Lujo es leerte, querida Ogi.

Un beso!

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